FORTALEZA CALIFAL DE GORMAZ
El coloso de Castilla

Fernando Arroyo


Entrada del castillo califal de Gormaz

“¡Gormaz! Lo volví a saludar, con grito no sonoro, sino reservado a mi pecho. Lo saludé, no con el entusiasmo del turista ante una nueva belleza, sino con la unción del peregrino que alcanza su meta. Y no sabría decir las razones totales de mi cariño: ¿Tan sólo amor a la tierra, o a la historia, o a la arqueología? ¿O la convicción de que aquí lucharon en los años del siglo X ignorados abuelos míos, no me importa si moros o cristianos? No lo sé, pero guardo una ternura no decible hacia esta colina gigante y califal (...) A esta hora la mezquita de Córdoba estará repleta de noruegos, de franceses, de norteamericanos, de alemanes, justamente enamorados de la feliz intrusión musulmana en el arte europeo, quizá pesarosos de que sus tierras no hayan alcanzado tan fantástico beneficio plástico. ¿Y alguien informa a estas buenas gentes de que el único edificio califal del siglo X, parejo en estilo y grandeza a la mezquita cordobesa, es el castillo de Gormaz?

De esta forma tan expresiva describe ese gran viajero que fue Juan Antonio Gaya Nuño su fascinante encuentro con Gormaz.

Cuando uno se dirige por vez primera a visitar esta mítica fortaleza, de la que fuera alcalde el mismísimo Cid Campeador, no puede imaginar lo que se va a encontrar...

Ángel Almazán lo describe muy líricamente en el capítulo que a la ruta de Mío Cid dedica en su guía Por tierras de Soria, La Rioja y Guadalajara, donde procedentes de la atalaya de Bordecorex, que data de los tiempos de Almanzor, prosigue la marcha “hacia esa inmensa mole que vemos se perfila en lontananza: la gran alcazaba califal de Gormaz, la fortaleza más extensa de Europa que tanto fascinara a Gaya Nuño”.

¿Extensa?: ¡1 km. de perímetro y 400 m. de longitud recorre alrededor de la cima de la colina en que majestuoso se asienta este coloso pétreo!... Tal es su magnificencia, que a decir del catedrático riojano Luis Diez del Corral "Nada hay ni hubo en la Europa del siglo X que de lejos pudiera compararse con Gormaz"

Precisamente este descomunal tamaño del castillo contrasta con el pequeño y escasamente habitado pueblo que preside. Ante el desolador panorama demográfico de la actual villa de Gormaz (aun cuando este es un mal endémico de toda la provincia soriana), cabe pensar si no se habrá cumplido la maldición que narra una leyenda, en la cual se dice que un principe cristiano, rechazado ante los muros del castillo, maldijo en estos términos: "... treinta mil vecinos tienes, en treinta te quedarás".

Vista lateral

Cuando el que suscribe la visitó en primavera, las áridas estepas castellanas se encontraban radiantes de belleza. Desde lo alto de la muralla de la fortaleza, en ese cálido atardecer que enrojecía paulatinamente el cielo, una ensoñación era lo que mis maravillados ojos contemplaban. Parecía el paisaje de un lienzo de Monet. El Sol ocultándose; la rica policromía en tonalidades amarillas, verdes y ocres de los campos de Castilla; las inmensas llanuras que se pierden en el horizonte; el río sinuoso que se desliza plácidamente desde difuminadas y suaves colinas vislumbradas en la lejanía; los últimos destellos carmesí del Sol reflejándose sobre sus mansas y cristalinas aguas...

Vista lateral

Extasiado en la contemplación de aquella onírica belleza paisajística, uno puede fácilmente evocar las épicas batallas entre guerreros cristianos y musulmanes que tuvieron lugar por aquellos pagos. Desde lo alto de aquel bastión de las razzias sarracenas, entre las saeteras y las coronas dentadas de las almenas del altivo castillo de Gormaz, incluso hoy resulta mucho más sencillo oir unos cascos de cabalgaduras batiendo la tierra que cualquier otro sonido propio de la modernidad, pues hasta las voces de los visitantes se van gradualmente acallando entre el susurro de un viento que parece surgir desde más allá del tiempo.

No consta ni cabe pensar que el Temple poseyera en algún momento esta soberbia fortaleza, pues aunque fueron múltiples las tomas que de ella hicieron uno y otro bando, el cristiano y el musulmán, ésta pasó definitivamente a manos cristianas muchos años antes de la fundación de la Orden del Temple. Si bien es cierto que son escasas las crónicas que nos han quedado del tumultuoso devenir de la fortaleza y, por qué no, bien pudiera considerarse que en algún momento albergase caballeros templarios, pues por su tamaño y por la zona fronteriza en que se encontraba, más de una orden militar cristiana debió conformar una guarnición difícilmente cubrible por meras tropas reales. De lo que no cabe la menor duda es de que, si el Temple nunca la poseyó, seguro que soñó con ella...

Vista desde lo alto de la muralla

La historia oficial nos dice que esta fortaleza islámica califal fue mandada edificar por Al-Hakem II a finales del siglo X sobre restos anteriores, en un intento de reforzar la frontera al norte del Duero, debilitada por el empuje repoblador de los incipientes reinos cristianos. Fue centro militar de apoyo a Medinaceli, capital de la Frontera Media musulmana por sus excelentes condiciones de visibilidad y su situación estratégica, controlando una de las rutas de acceso hacia el norte, su posesión se hacía indispensable para mantener las importantes plazas de esta zona, siendo tomada por ambos bandos en multitud de ocasiones hasta su posesión definitiva por Fernando I en el año 1059. Con los Reyes Católicos (siglo XV), pierde su carácter militar y pasa a ser utilizado como cárcel.

Un recorrido histórico

Que Gormaz fue construido sobre restos anteriores se hace evidente en los que quedan en la vertiente sur del cerro, pertenecientes a un castro celtibérico, y a la propia etimología del enclave, pues el nombre de Gormaz es anterior a los romanos.

Cuando los musulmanes ocupan la Península Ibérica crean unas "marcas" o fronteras (inferior, media y superior). La marca media pasará de Toledo a Medinaceli (Soria) en el año 946 para controlar desde allí a los cristianos que bajaban al Duero soriano desde Burgos y servir de base de Operaciones para entrar en el valle del Ebro a lo largo del río Jalón, o bien cruzar Soria por el campo de Gómara y enlazar esta zona con Tudela (Navarra) y Calahorra (La Rioja), que eran núcleos defensivos musulmanes. Ya en los años 956 y 966 fue reedificado por orden del general cordobés Galib, de la época del califa Al-Hakem II, el castillo primitivo árabe que había en Gormaz. Con esta reedificación se trataba de contrarrestar la ocupación cristiana de San Esteban de Gormaz y Osma, pudiendo con ello albergar una numerosa tropa.

Las crónicas árabes relatan como en 995 sufre Gormaz un ataque del rey cristiano Ramiro III de León, sin que éste logre tomar la fortaleza.

Tras muchos avatares y batallas en las que el castillo fue alternándose en poder cristiano y musulmán, Gormaz pasó definitivamente a manos cristianas en 1059 por permuta de la ayuda prestada a los musulmanes de Córdoba durante el período de guerras civiles (1010-1032), en la última etapa del califato. También obtienen los cristianos en esta época otras importantísimas fortalezas del Duero: Osma, San Esteban y Clunia. Sin embargo, Medinaceli pasará a ser cristiana en 1102, es decir, 17 años después que Toledo, que está más de 120 km. al sur.

Alfonso VI, dueño de Gormaz, lo entregó a Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, que fue alcalde de la fortaleza en 1087, pasando después al obispado de Osma y en el decurso del tiempo a diferentes propietarios. No sólo del Cid, sino también de personajes como Galib o Almanzor, ha sido testigo este "castiello tan fuort", palabras con las que se describe en el poema épico del Cantar de Mío Cid.

Desde 1931 es monumento nacional y ha sido objeto de consolidaciones y restauraciones, estando todavía pendiente una gran cata arqueológica interior que nos permita conocer el trazado de las salas que aún deben quedar bajo escombros y tierra acumulada durante siglos.

Un recorrido turístico

Seguramente, y dado el panorama que desde allí se contempla, un buen inicio para la visita a la villa de Gormaz sería cruzar el puente de 18 ojos que cruza el río Duero. De origen romano, este puente fue reedificado por los árabes y reconstruido en el siglo XIX.

En el solitario pueblo podemos ver las viejas casa típicas de estas tierras y en la calle Mayor el Rollo de piedra de sillería con cuatro leones, símbolo del Señorío de Gormaz, cuya jurisdicción alcanzaba a los lugares cercanos.

Mención merece también el muy antiguo templo existente junto al pueblo, datado hacia el siglo VII, que se ubica en el escarpado cerro a los pies del castillo, y que hoy es conocido como ermita de San Miguel. En él se han descubierto pinturas murales medievales, al parecer de la misma época y valor que las de San Baudelio de Berlanga. En este templo, que tiene una pequeña galería porticada con algunos arcos de herradura y una lauda sepulcral árabe en el muro, también se encontró en su día una lápida con una leyenda conmemorativa de la construcción de la fortaleza, en la que aún podemos leer: "En el nombre de Dios Clemente y Misericordioso. Dios bendiga a Mahoma, el Sello de los Profetas. Mandó el siervo de Dios, al-Hakam, al-Mustansir bi-llah, Príncipe de los Creyentes ¡Dios alargue su permanencia!". Según parece, en la iglesia parroquial se encuentran hoy, procedentes de la ermita de San Miguel, la curiosa pila bautismal con cavidad en forma de cruz y una estela que se aprecia en uno de los sillares del campanario.

Y de lo que sería la visita a la propia fortaleza de Gormaz, una síntesis ideal sería sin duda la recomendada por Ángel Almazán en su guía Por tierras de Soria..., donde nos invita a dedicar "al menos dos horas en abrir bien los ojos, pasear por su alcázar y albacar; subir con cuidado al torreón de la "sala de armas" y Torre de Almanzor, andar por su moderno "camino de ronda" en el alcázar, y por los paramentos consolidados del flanco occidental; maravillarte ante la gran puerta doble y califal; salir al norte por las poternas; mirar en derredor la vasta panorámica que desde el castillo se divisa a los cuatro vientos y, sobre todo, meditar sobre la confluencia hispano-romana y musulmán de las tres lápidas incrustadas en el fascinante espigón de poniente, su simbolismo y uso mágico "para evitar la penetración en el castillo, a la venida de la noche, de los genios maléficos del poniente", según Zozaya y Leal, sentándote sobre esa piedra bajo la cual hay una cueva que tal vez

Bibliografía:

ALMAZÁN, ÁNGEL, Por tierras de Soria, La Rioja y Guadalajara, rutas de Almanzor, Mío Cid, Jalón, Duguesclin, Alvargonzález y Río Lobos, ed. Sotabur, Soria, 1997.

ESPINOSA DE LOS MONTEROS, JUAN & MARTÍN-ARTAJO SARACHO, LUIS, Corpus de castillos de Castilla, ed. Clave, 1974.

RUPÉREZ MAJÁN, ISABEL & FERNÁNDEZ DE SOSA, JAIME, Castillos de Soria

JIMÉNEZ ESTEBAN, JORGE, El castillo medieval, colaboración de Juan Cuéllar y Fermín de los Reyes, ed. DM, Madrid, 1997.

SARTHOU CARRERES, CARLOS, Castillos de España, , ed. Espasa Calpe, 1991.