ISIS Y OSIRIS:

SU ALABANZA EN EL “KÓRE KÓSMOU”



Autor: SÍMBOLOS



Obra clasificada en segundo puesto en el II SYMPOSIUM VIRTUAL DE LA BIBLIOTECA DE LA TRADICIÓN




“Los textos que circulan bajo la advocación de Hermes contienen opiniones herméticas, aunque a menudo se expresen en la lengua de los filósofos, pues han sido traducidos del egipcio por hombres nada inexpertos en filosofía.”

 

Jámblico, Sobre los misterios egipcios (VIII, 4)



“La entera naturaleza que está abajo (nuestro mundo) ha sido, de toda necesidad, conjuntamente ordenada y plenamente acabada por lo que está arriba (cosmos), porque, sin duda, lo de abajo está incapacitado para ordenar las cosas de arriba; de modo que es necesario que los misterios inferiores cedan el paso a los más poderosos, porque, en efecto, más poderoso que lo que está abajo es la disposición ordenada de los fenómenos celestes, una ordenación absolutamente firme y a la que no puede acceder la inteligencia de los mortales.”

 

Extractos de Estobeo

Del Sagrado Libro titulado Kóre Kósmou (2)



“(Isis y Osiris), tras aprender de Hermes que el Creador ordenó a las cosas de abajo estar en simpatía con las de arriba, instituyeron en la tierra las funciones sagradas como exacta prolongación de los misterios divinos.”

 

Extractos de Estobeo

Del Sagrado Libro titulado Kóre Kósmou (68)




El Kóre Kósmou, que se integra en los denominados Extractos de Estobeo, nos ha transmitido interesantes noticias que nos hablan de la función civilizadora que desarrollaron Isis y Osiris en unos tiempos legendarios en que los hombres tenían un modo de vida que se distinguía por su salvajismo.



Kóre Kósmou


          Allá por los tiempos del cambio de era, la filosofía griega se vio inmersa en la apremiante necesidad de ofrecer respuestas religiosas válidas a las profundas inquietudes espirituales que atormentaban a la sociedad helenística. La huella que en el pensamiento clásico habían dejado hombres como Pitágoras y Platón, junto a una profunda influencia de las creencias religiosas y sapienciales del Antiguo Egipto, dieron origen a lo que se conoce como hermetismo, cuyos maestros elaboraron una amalgama de pensamiento filosófico y religioso con la finalidad de conseguir que el hombre, a través de esos conocimientos sagrados, reservados en última instancia a grupos de iniciados, accediera a una vida basada en la piedad que le condujese hacia Dios. De algún modo, el hermetismo, mezcla de filosofía griega y religión egipcia, venía a ser una “religión de la mente” que guiaba al iniciado hacía la Luz suprema del Creador.

 

          Debe destacarse, como primera cuestión a resaltar, que el marco teórico en el que se insertan los textos herméticos es claramente griego-helenístico, con profundas influencias de lo que conocemos como neoplatonismo. En ese sentido, a modo de ejemplo, son muy estrechas las relaciones entre los conocimientos herméticos y los plasmados en la obra Sobre Isis y Osiris, del helenista Plutarco.

 

          Sin embargo, no obstante esa profunda vinculación con la filosofía helenística, lo cierto es que el fondo mitológico de los textos herméticos es claramente egipcio. La presencia de Egipto es continua. Proliferan de manera reiterada las referencias a sus dioses, a sus ciudades, a sus templos, .... En ese sentido, los textos que nos han  transmitido los conocimientos herméticos expresan, en palabras del filósofo Jámblico, buen conocedor de la materia, creencias que nacieron y se desarrollaron en Egipto, pero que, sin embargo, están escritos por hombres que conocían en profundidad las maneras peculiares de expresión propias de la lengua de los filósofos.

 

          Dentro de lo que se conoce como textos herméticos se incluyen, entre otro abundante material, los denominados Extractos de Estobeo, antología que habría sido realizada por Juan de Stobi, que vivió en Macedonia entre los siglos V y VI d. C. Citada obra condensa máximas y preceptos relacionados con los conocimientos propios del hermetismo. Uno de los capítulos de estos Extractos de Estobeo, en el que queremos profundizar en este estudio, lleva por título: “De Hermes Trimegisto. Del Sagrado Libro titulado Kóre Kósmou”.

 

          Antes ya hemos comentado que los Hermética están muy relacionados con la antigua literatura egipcia. Diversos estudiosos afirman que posiblemente seguirían el modelo que distingue a la denominada literatura sapiencial del Imperio Antiguo. Pues bien, esa influencia egipcia se hace patente con especial intensidad en el caso del Kóre Kósmou, cuyo propio título está haciendo referencia a la diosa Isis, que es la doncella o virgen (Kóre) del cosmos (Kósmou). La antigua literatura sapiencial egipcia se expresaba habitualmente como un conjunto de sentencias que un padre iba exponiendo a su hijo para transmitirle conocimientos de índole diversa. Esa misma fórmula aparece de manera reiterada en los textos herméticos. A modo de ejemplo podemos citar en los Extractos de Estobeo el capítulo XI, 1, en el que Isis dice a su hijo Horus: “Ahora, hijo, te voy a exponer en forma de sentencia lo referente a los seres...”



La caída de las almas

 

          En el propio Kóre Kósmou es también la diosa Isis la que tiene la palabra, dirigiéndose, igualmente, a su hijo Horus. Nos dice su relato que hubo un tiempo en que Dios deseó poblar el mundo superior (el cosmos) de vida y con esa finalidad hizo nacer miriadas de almas, que habrían sido modeladas directamente por Él. Quiso el Creador que las almas no tuvieran todas la misma dignidad, a pesar de que tenían una misma constitución, de modo que decidió crear 60 grados distintos y estableció 60 lugares a los que asignó respectivamente cada uno de los grados de almas, de modo que en cada uno de esos espacios habitaban las almas de acuerdo, precisamente, a la naturaleza concreta que habían recibido del Supremo.

 

          Deseó también el Creador que las almas aceptaran lo que Él había establecido, de modo que llegó, incluso, a amenazarlas diciendo: “si cometiereis algún acto de rebeldía contra mis propios resoluciones os juro por mi sagrado aliento que con la misma mezcla de la cual habéis nacido y con mis mismas manos creadoras de almas, fabricaré de inmediato cadenas y suplicios para vosotras”.

 

          A pesar de todo, las almas no aceptaron las órdenes del Supremo. Isis nos dice que dominadas por una malsana curiosidad y por una audacia indiscreta e impía, las almas se movían de manera continua y no respetaban el lugar que Dios había asignado a cada una de ellas. Esta malsana curiosidad es lo que se conoce como “rebelión de las almas”, que habría de tener para ellas unos resultados no deseados. En efecto, Dios, viendo que no acataban sus resoluciones decidió cumplir su amenaza y con la finalidad de castigarlas creó a los hombres para que encerradas en sus cuerpos las almas sufriesen el castigo que se merecían por su acto de suprema rebeldía.

 

          Se produjo así, por voluntad del Creador, la “caída de las almas”, que encerradas en los cuerpos de los humanos se sentían aprisionadas y atormentadas y no cesaban de gemir y lamentarse. Tras ser arrebatadas de la suprema luminosidad, de lo sagrado envolvente, de la felicidad compartida con Dios, las almas sufrían ahora al sentirse encerradas en unos cuerpos claramente abyectos e indignos de ellas.

 

          Debemos hacer mención en este momento al carácter negativo de la visión de la creación del hombre que se refleja en el Kóre Kósmou. Se nos explica que su finalidad era servir de prisión a las almas que se habían rebelado contra Dios. Esta visión pesimista del hombre en la Creación es propia de las mentalidades orientales, entre las que se incluye la egipcia. De algún modo nos está confirmando la influencia de Egipto y en general el mundo oriental en el Kóre Kósmou.

 

          En el propio hermetismo existe otra visión de la creación del hombre que refleja la influencia de la cultura griega y helenística. Esta otra perspectiva se encuentra, por ejemplo, en el Libro de Asclepio, en el que se afirma que: “el hombre es un gran milagro, un ser vivo digno de veneración y honor, un ser que muda a la naturaleza de un dios como si realmente lo fuera, un ser que se entiende con el género de los demonios (no en el sentido que nosotros conocemos sino en el de intermediarios entre el hombre y Dios), conocedor de que su naturaleza es congénita a la suya, un ser que desprecia su componente de mera naturaleza humana fiado en el carácter divino de su otra parte”. En esta otra visión del hombre, claramente optimista, se toma conciencia de su naturaleza divina. La frase que hemos mencionado: “el hombre es un gran milagro”,  habría de ser mucho tiempo después la divisa utilizada por los humanistas del Renacimiento.

 

 

Caos en el mundo

 

         Abandonemos la visión feliz del hombre propia del Libro de Asclepio y retornemos nuevamente al Kóre Kósmou. En él se nos sigue diciendo que las almas “utilizando a los hombres, los únicos medios que les quedaban, les hacían atacarse unos a otros, enfrentarse y guerrear entre ellos. De tal manera imperaba por doquier la violenta ley de la fuerza sobre la debilidad, que los más fuertes quemaban y mataban a los más débiles y arrojaban de lo alto de los templos tanto a los vivos como a los cadáveres”.

 

          Esta habría de ser la segunda rebelión de las almas, ahora ya encerradas en los cuerpos de los hombres como castigo por su primer acto de rebeldía. Las consecuencias fueron terribles para nuestro mundo, dominado por unos hombres que se distinguían por el salvajismo y la impiedad.

 

          En este contexto de un mundo inferior poseído por el mal se hacía preciso que Dios se manifestara a los hombres. Era necesario que para sofocar la ola de maldad les ofreciera leyes adecuadas a través de las cuales pudieran vivir en paz. Se hacía preciso ofrecerles esperanza y enseñarles a que buscasen el bien y aprendieran a dar gracias al Creador. Hacía falta, en fin, civilizar a los humanos, para que en el futuro pudieran vivir como tales. Con esa finalidad, Dios deseó que una especie de segunda emanación de su naturaleza (Osiris) manifestase todo eso a los hombres siendo luego, además, justo vigilante de todas sus acciones. Osiris, tras civilizar a los humanos, habría de convertirse en juez inexorable de todos los vivientes y tirano no sólo terrible sino también justiciero del mundo subterráneo. Todos y cada uno de los hombres, del principio al fin de la especie, habrían de ser juzgados por Osiris en su momento y retribuidos con el salario al que cada uno se hubiera hecho merecedor.

 

         Autorizó de ese modo el Supremo que el mundo inferior, dominado por el caos, recibiera su propia emanación a través de Osiris. El Kóre Kósmou nos ofrece, así, la imagen de Osiris, pleno de virtudes, que acompañado de Isis habrían de ser los grandes dioses civilizadores.

 

 

Isis y Osiris

 

          Una vez que el Supremo concedió a la humanidad que Isis y Osiris trajeran socorro a este mundo, necesitado de todo, el Kóre Kósmou nos dice que:

 

-         “Ellos llenaron de vida la vida.

 

-         Ellos acabaron con la salvajada de los asesinatos mutuos.

 

-         Ellos consagraron templos y sacrificios a los Dioses progenitores.

 

-         Ellos concedieron leyes, alimentos y abrigo a los mortales.

 

-         Ellos identificaron e interpretaron todos los secretos de los escritos de Hermes, y, aunque retuvieron algunos, grabaron en estelas y obeliscos todos aquellos que prevenían sobre la buena conducta de los mortales.

 

-         Ellos, por primera vez, tras haber dado a conocer los tribunales, llenaron el mundo de legalidad y justicia.

 

-         Ellos establecieron el dar la mano derecha como garantía de buena fe e introdujeron en la vida al gran dios Juramento.

 

-         Ellos enseñaron a amortajar como es debido a los muertos.

 

-         Ellos, tras considerar el cruel hecho de la muerte, se dieron cuenta de que el aliento exterior, al estar sujeto a retornos cíclicos en los cuerpos de los hombres, si alguna vez se retrasa, produce un desvanecimiento que no tiene recuperación.

 

-         Ellos, tras aprender de Hermes que la atmósfera está llena de demonios, lo grabaron en estelas secretas.

 

-         Ellos fueron los únicos que, tras aprender de Hermes los secretos códigos de las leyes divinas, se constituyeron en iniciadores y legisladores para los hombres de las artes, las ciencias y de las ocupaciones de todo tipo.

 

-         Ellos, tras aprender de Hermes que el creador ordenó a las cosas de abajo estar en simpatía con las de arriba, instituyeron en la tierra las funciones sagradas como exacta prolongación de los misterios divinos.

 

-         Ellos, al reconocer la corruptibilidad de los cuerpos, diseñaron hábilmente la absoluta perfección de los profetas, de modo que un profeta que deba elevar las manos a los dioses, no ignore jamás nada acerca de los seres, y así la filosofía y la magia alimenten el alma y la medicina restablezca al cuerpo que padece enfermedad.”

 

 

Regreso al Supremo

 

El Kóre Kósmou nos muestra que Isis y Osiris fueron considerados en el mundo antiguo como dioses que emanando del Supremo habrían realizado en la tierra, en un momento en que los hombres estaban inmersos en el salvajismo más feroz, tres tipos de funciones:

 

1)     De un lado, son dioses a los que se reconocen los atributos civilizadores usuales: acabaron con los asesinatos mutuos; dieron leyes, alimentos y abrigo a los hombres; crearon las artes y las ciencias; consagraron templos...

 

2)     Isis y Osiris, además, habrían ofrecido esperanza a los hombres en relación con la tremenda cuestión de la vida y la muerte: Enseñaron a amortajar debidamente a los difuntos (rituales de momificación); igualmente, a través de la filosofía y la magia mostraron que el hombre podía fortalecer su alma y gracias a la medicina enseñaron que el enfermo podía restablecer la salud de su cuerpo.

 

3)     Finalmente, esta pareja de dioses se nos muestra como transmisores de conocimientos de tipo iniciático. En efecto, ellos habrían sabido interpretar los conocimientos secretos de Hermes, grabando algunos de ellos en estelas y obeliscos, y, además, habrían instituido las funciones sagradas como exacta prolongación de los misterios divinos. Dentro de ese componente iniciático se nos dice que Isis y Osiris conocían la influencia del aliento exterior en el cuerpo de los hombres, algo que, en nuestros tiempos, apenas llegamos a intuir. Posiblemente este aliento exterior (la energía del cosmos, emanada de Dios) que introduce la “chispa” de la vida en el cuerpo y en el alma de los hombres viene a ser lo que los antiguos egipcios conocían como ka.

 

         Finaliza el Kóre Kósmou poniendo en boca de Isis, que se dirige nuevamente a su hijo Horus,  las siguientes palabras: “Después de haber llevado a cabo todas estas cosas, hijo, Osiris y yo, al ver que el mundo estaba ya perfectamente equipado, fuimos reclamados en lo sucesivo por los habitantes del cielo. Pero no nos era posible regresar antes de  haber invocado al monarca, de modo que lo envolvente llegara a estar lleno de esta misma doctrina y tuviéramos la fortuna de una buena acogida en nuestra ascensión. Dios, en efecto, se alegra con los himnos”.

 

          “Oh madre”, dijo Horus, “concedemé a mí también la gracia de conocer ese himno, para que no sea un ignorante”. E Isis contestó: “Escucha, hijo.....”

 

 

 

 

 

Las citas del Kóre Kósmou se han tomado de:


Ø     Textos Herméticos. Versión de Xavier Renau Nebot. Biblioteca Clásica Gredos. Madrid (1999).