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Después de varios días de meteorología variable, más para mal que para bien, el sábado amaneció con un sol radiante que hacía esperar un fin de semana agradable y, sobre todo, productivo. Con bastante antelación se presentaron todos los socios asistentes, además de sus respectivos acompañantes, a la cita que habían concertado en la cafetería del hotel García Ramírez, en la navarra localidad de Olite. Unos, ya viejos conocidos; otros, noveles en estas lides; pero todos con enormes ganas de trabajar por Templespaña y de confraternizar con otros miembros de la asociación.

Tras los habituales abrazos, saludos, presentaciones y chanzas, tuvo lugar una reunión informativa previa a todos los actos que habrían de llevarse a cabo. Siguiendo el apretado horario que había sido establecido previamente, los miembros pertenecientes a la Junta Directiva se separaron del resto de los socios para dirigirse al Monasterio de la Oliva, en cuya antigua cillerería tuvo lugar la reunión en la que se habrían de solucionar no pocos avatares de la asociación. Esta separación fue temporal y bastante fugaz pues bien es sabido por todos que el tiempo pasa más rápido cuando nos encontramos haciendo algo en lo que estamos a gusto… Es de reseñar también, la buena disposición que en todo momento tuvo el Abad del monasterio, permitiendo el uso de la sala de la antigua cillerería a Templespaña, siendo además éste un marco incomparable para las reuniones que se celebraron.

La mañana del sábado no dio para mucho más; las manecillas del reloj no perdonan… y llegó el momento de saciar el apetito, esta vez alimenticio, en el restaurante Txapi Txuri situado en la cercana localidad de Murillo del Fruto. Un buen lugar para comer, sin duda, y para continuar estrechando esos lazos de hermandad que, bien existían, bien habían sido creados, entre los miembros de Templespaña.

Con la panza rebosante de las magníficas viandas y delicias de la gastronomía navarra, vuelta al monasterio para realizar una visita guiada, nada más y nada menos, que por el Prior del lugar, un hombre a todas luces culto, amable y amante de todo aquello que le rodea. Y no es de extrañar, pues con su agradable compañía y sus explicaciones de todo aquello cuanto nos pudiera intrigar, pudimos descubrir la belleza y la magia del magnífico monasterio de La Oliva. Comenzó la visita con la Iglesia abacial, una impresionante muestra de la sencillez en las formas, de la desnudez de la piedra y de la presencia divina, que abandera el Císter en todas sus construcciones. El propio Prior nos invitó a poner a prueba la magia espiritual del edificio, con sólo permanecer unos instantes en silencio para sentirnos arropados por la, en teoría, dura y fría piedra. Acto seguido, tras pasar por un estrecho arco que atraviesa los anchos muros, llegamos a la antigua sacristía, una habitación más sencilla y desnuda si cabe, para atravesarla y dirigirnos desde ella a los pasillos del claustro.

Es en el claustro donde la luz inunda nuestros sentidos, pudiendo gozar del sonido de los pájaros, del verdor de la hierba y, de nuevo, del espectáculo de la piedra, esta vez bien iluminada y más trabajada que en el interior. Arcos ojivales, todos ellos diferentes y de bellas proporciones, permiten un increíble juego de luces y sombras con el sol todavía alto de media tarde.

Pasamos a continuación a la antigua habitación destinada a ser cocina que, a pesar del paso de los años y de los muchos avatares que conlleva la historia, sigue conservando parte de sus formas originales, eso sí, manteniendo el encanto que ya tuviera allá por su construcción.

Salimos de nuevo al exterior y, bajo las siempre documentadas explicaciones de nuestro peculiar guía, observamos los efectos que han tenido las distintas actuaciones que el ser humano, en su empeño por reconstruir aunque no siempre con igual fin, han tenido sobre los muros de este viejo monasterio.

Después de la visita, y tras un breve descanso, quizá más prolongado de lo esperado, debido sin duda a esa serie de azares que son inevitables en la vida, todos los integrantes de Templespaña nos dirigimos hacia la cillerería en donde se había reunido la Junta por la mañana para, esta vez, asistir a la Asamblea General que se tenía programada.

Tras un breve resumen de las actuaciones acometidas por la asociación desde la última asamblea y un informe de cuentas leídos ambos por D.Fernando Arroyo Durán, Presidente de Templespaña, Sociedad de Estudios Templarios y Medievales, se procedió a informar a los socios de los futuros ámbitos de actuación de la Sociedad, así como de proyectos todavía por forjar e ideas interesantes para el futuro. Entre estos proyectos de futuro, inminentes en cuanto al tiempo, se presento la formación de la Delegación Provincial de Templespaña en Navarra. Presidiendo la Asamblea, se encontraban, de izq. a dch., D.Ricardo Martínez, Secretario de Templespaña; D.Fernando Arroyo, Presidente de Templespaña; D.José María Hernández, Delegado Territorial en Navarra; y D.Raúl Riesco, magnífico anfitrión sobre el que, en esta ocasión, recayó la gran tarea de organizar todos los actos que tuvieron lugar el fin de semana, con un resultado, a la vista de todos, excelente.

Tras una serie de votaciones de los proyectos futuros más inmediatos, y de una ronda de ruegos y preguntas, se dio por concluida la Asamblea, teniendo el tiempo justo todos nosotros para salir de la sala de la cillerería para dirigirnos a la iglesia y asistir al oficio de Completas.

¿Cómo describir ese cúmulo de sensaciones de que cualquier persona puede disfrutar oyendo el suave cántico de los monjes? ¿Cómo expresar ese sosiego interior, esa sensación de felicidad del espíritu? No me creo capaz de hacerlo, pues creo sinceramente que es algo que cada uno debe experimentar por sí mismo. Únicamente haré una breve descripción de lo que, al menos visual o auditivamente, se podía percibir. Los monjes, situados en el coro; los asistentes, colocados desde el coro hacia la parte posterior de la iglesia; todo el edificio en penumbra; el silencio roto únicamente por las dulces voces monacales cantando alabanzas al Señor. De repente, la escasa luz es apagada para iluminar, únicamente, la imagen de Nuestra Señora, una imagen de piedra, enteramente blanca, sin pinturas ni adiciones superfluas. Es el momento en que suena una Salve en latín, capaz de erizar el vello al más templado; es el momento cumbre de la celebración. Tras éste, el recinto vuelve a quedar en tinieblas, a la espera del nuevo día, mientras los fieles salen en fila mientras son bendecidos uno por uno.

Después de este bello acto al que tuvimos oportunidad de asistir, nos dispusimos todos a volver a Olite para cenar en fraternidad, ya con los deberes hechos, en el comedor del hotel García Ramírez. De nuevo un ambiente distendido y de compañerismo amenizó la velada que alcanzó su cenit con la realización de un brindis acompañado con una melodía de fondo más que adecuada para la ocasión: el  Non nobis, Domine, de la obra Enrique V.

Después de la cena, y tras una jornada agotadora, no quedó otro remedio que descansar nuestros cuerpos para poder afrontar con fuerzas el nuevo día, que nos habría aguardar con nuevas visitas, esta vez al despoblado medieval de Rada, y a los pueblos de Ujué y San Martín de Unx.

De nuevo amanece un día soleado desde primera hora de la mañana y, pese al agotamiento provocado por los ajetreos del día anterior, los miembros de Templespaña se levantaron temprano y se presentaron antes de la hora prevista en la cafetería del hotel. Una vez organizado todo, y recibidas nuevas indicaciones por parte de nuestro anfitrión Raúl, nos dirigimos hacia la villa medieval de Rada, donde nos esperaba otra muy interesante visita guiada, nada más y nada menos, que por la propia directora de la excavación quien, pese a no estar obligada a ello por ser un lugar de libre acceso (además del hecho de encontrarnos allí un domingo), accede de buen gusto y prepara una visita exclusiva para Templespaña.

En Rada pudimos observar los vestigios de lo que podía ser cualquier poblado en la Edad Media, sin ficciones ni leyendas: pura realidad. Únicamente el hecho de ver el lugar en ruinas nos impedía el tener una plena sensación de estar viviendo en el medioevo. La muralla, el torreón, la pequeña ermita (que por cierto, es el único edificio que se mantiene íntegramente en pie tras restaurarlo), el pozo, las distintas viviendas, calles, accesos… todo ello tiene un gran poder evocador y es capaz de provocar escalofríos a cualquier amante de todo lo relativo a la Edad Media. Sorprendente, digno de admiración, símbolo entre los símbolos y, en esta ocasión, motivo de debate debido a su colocación y orientación, fue el Crismón.

De vuelta de nuestra peculiar visita a Rada, nos detuvimos de nuevo en el Monasterio de La Oliva, centro neurálgico de todas nuestras actividades para asistir a la bellísima Eucaristía a la que tuvimos el placer de acudir. Una vez reconfortada el alma, únicamente nos quedaba contentar a nuestros exhaustos cuerpos con una última comida en grupo, no sin antes despedirnos formalmente del Abad, a quien era de rigor agradecer todas las facilidades que había puesto a nuestro alcance.

Nos dirigimos entonces, al pequeño pueblo (aunque de gran historia), de Ujué, en donde pudimos contemplar otra de las numerosas maravillas del arte religioso navarro: la Iglesia de Sta. María. En este edificio, con impactante exterior, y no menos sorprendente interior, pudimos contar con nuestro compañero D. Raúl Riesco, como maestro de ceremonias en la visita guiada con la que nos agasajó gentilmente. Capiteles de un realismo sin igual, arcos de perfección milimétrica, imágenes por doquier contando cada una de ellas, aquí un trocito de Historia Sagrada, allá avatares de la vida cotidiana medieval… Cabe destacar en el interior, amén de una bellísima imagen de la Virgen, un Agnus Dei de gran belleza escultórica, y una representación sin duda genial de los peligros del alcoholismo. Ya en el exterior, desde la ronda que rodea todo el recinto, se puede observar con claridad la Ermita de San Miguel, hoy en ruinas.

Tras esta última visita “oficial”, los miembros de Templespaña nos dirigimos al Restaurante “Las Migas”, en el mismo Ujué, donde pudimos degustar, entre otros, el plato que da nombre al local: las famosas migas de Navarra.

Después de comer, todos los miembros de la Asociación nos despedimos, por una parte tristes por el fin de los dos fantásticos días pasados, pero por otra parte satisfechos con el trabajo bien realizado y felices por las actividades que tuvieron lugar. Era la hora de que cada mochuelo volara a su olivo…

¿Todos? ¡No! Todavía quedo un pequeño grupo de “rezagados”, que se resistieron a terminar el fin de semana cuando todavía quedaban horas de luz por delante, para poder acudir a la localidad de San Martín de Unx, donde habrían de acudir a dos bellas Iglesias, en una de las cuales pudieron visitar la cripta.

Finalmente, y sin poder ponerle remedio, éstos últimos miembros que querían agotar hasta el último minuto, hubieron igualmente de despedirse para volver a sus respectivas moradas. Eso sí, ¡hasta la próxima!

Resumiendo: todos y cada uno de los miembros de Templespaña que tuvieron a bien acudir a la llamada de la Sociedad, pudieron disfrutar de un fin de semana inolvidable, si bien hubieron de sacrificar bastante cantidad de sus energías pues el mismo estaba repleto de actividades, con escaso margen para la ociosidad.

 

 

 
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