Iniciaremos esta página sobre el enclave templario de la Sierra de Aramo con unos párrafos extraídos, en palabras del investigador y documentalista Justo Fernández (a) Wakán, de la "rigurosa, exhaustiva y documentadísima obra Los templarios en la corona de Castilla, del catedrático de Historia del Derecho y las Instituciones de la Universidad de Valladolid, don Gonzalo Martínez Díaz, uno de los más solventes historiadores del Temple.
Pues bien, en esta obra exhaustiva y rigurosa (lo cual no significa que deba por ello ser concienzuda), como todas las que exclusivamente se basan en las escasas fuentes documentales, se dice:
"...en Asturias donde no hemos hallado ninguna noticia digna de crédito referente a templarios asentados en tierras astures. Unicamente Huidobro y Serna con falta de sentido crítico habla de encomiendas de la Orden del Temple en las principales rutas de esta región (...). Se trata de una afirmación absolutamente inexacta pues nunca hubo ni una encomienda templaria en Asturias, ni en los caminos de la peregrinación desde los Pirineos a Santiago existieron más de tres encomiendas templarias. A la hora de concretar cuales eran esas presuntas encomiendas templarias cita a Santa maria de Narzana en el concejo de Sariego; a San Salvador de Grandas de Sañime en la margen izquierda del río Navia; a San Pedro de Nora a 8 km de Oviedo; a Villardoveyo en la feligresía de San Juán de Cenero y ayuntamiento de Gijón; a la colegiata de Teberga y finalmente a Raíces al norte de Avilés; en total seis lugares sin ninguna apoyatura documental ni bibliográfica. Se trata de otras tantas atribuciones gratuitas." (pág. 84-85)
"Hemos indicado anteriormente como no existe constancia de ningún asentamiento templario en todo el Principado de Asturias. Pero este vacío templario no se limita a las tierras astures, sino que se extiende igualmente a todo el país Vasco y a las provincias de Cantabria y de Burgos. Podemos afirmar con absoluta certeza que en toda la cornisa cantábrica no existió ni una única templería: tampoco tnemos ninguna noticia documentada de heredades o posesiones que el Temple pudiera haber tenido en esa misma cornisa. Atribuciones de iglesias o tierras a los templarios podemos encontrar en varios lugares; pero no podemos prestar a esas noticias ningún crédito sin una comprobación documental suficiente, dada la inclinación a endosar a los templarios todo lo misterioso o desconocido."
Ciertamente demuestra ser riguroso es el Sr. Martínez Díaz, pero como todos los estudiosos de su misma tendencia ideológica y misma manera de afrontar la realidad histórica, peca de un "error terminal" que le estanca en el avance de sus indagaciones, si es que llegado el momento ya no existen más documentos polvorientos que hallar perdidos en algún archivo, y si es que a los investigadores heterodoxos se les permite siquiera osar criticar esta actitud sin merecer por ello el anatema correspondiente. Y esta actitud no es otra que limitarse a estudiar las posesiones sólo en base al factor documental y libresco, como si las deducciones extraídas a partir de las observaciones llevadas a cabo desde los distintos campos del conocimiento no fuesen dignas de tenerse en cuenta. Por ejemplo: ¿qué pasa con todos aquellos aspectos que se derivan del análisis arquitectónico, iconográfico, etc., realizados bajo metodologías tan científicas como el estudio comparativo...? ¿y qué pasa, dentro de estos mismos parámetros de contraste y comparación, con otros aspectos relativos a la mentalidad (la meramente psicológica y sociológica si se quiere, para evitar con ello "desviarnos" hacia los sinuosos caminos de lo "acientífico" y lo "divagatorio"), a la estrategía usual, a la práctica común, a la estadística (a poco que se quiera analizar más allá de la mera pista documental, que en ciertos casos concluye en los vedados caminos del formalismo académico)...? ¿qué pasa con todos estos condicionates? ¿lo desechamos sin más como vulgares elementos de juicio carentes de la más mínima rigurosidad?... Pues si debe ser así, como dirían los castizos: "apaga y vamonos"...
En resumidas cuentas, y con todos los respetos que por supuesto merece el Sr. Martínez Díaz y todos aquellos que encaran su "concienzudo" estudio de las cosas bajo el mismo prisma académicamente formalista, y por ende políticamente correcto, no dejan, a nuestro entender, de divagar igualmente cuando extraen esas rígidas conclusiones negacionistas por sistema, basándose para ello en una única consideración: la carencia de la prueba documental (papel), cuando a lo mejor existen otros documentos (orales) que, como en el caso de la tradición popular, por ejemplo, deben ser tenidos muy en cuenta...
Siempre creeré con convicción que la Historia no sólo son aquellos acontecimientos escritos y recogidos en las crónicas, pues hasta los más nimios detalles de cada día son Historia, y generalmente las motivaciones últimas y trascendentales de ciertos hombres ajenos a la profanidad y al materialismo escapan siempre al simple trámite registral y burócrata.
Por consiguiente, y dado que el Sr. Martínez Díaz no quiere intentar aportarnos más, ni tampoco la historiografía oficial a la que representa, pues para ello debería llevar a cabo incursiones en otros caminos del saber acotados a estudiosos de su categoría y condición (a pesar de que hay tantos caminos como encrucijadas), pasemos a otros historiadores más "osados", pues existen ciertas aseveraciones del ilustre catedrático que nos hacen pensar que no es tan riguroso como debiera o, simple y llanamente, que ni siquiera se ha dignado a visitar, a VER, con sus propios ojos, por ejemplo el templo de San Pantaleón de Losa, en la provincia de Burgos, más allá del documento que lógicamente no existe... Y esta sospecha si que es una mera suposición mía sin fundamentos racionales y sí intuitivos, pero, como dijo René Guénon, la intuición es superior a la intelectualidad. Si este santuario burgalés, según su "amplia visión documentalista", debe descartarse como templario, volvemos al "apaga y vamonos"...
Para no apagar esa luz que siempre brilla en la oscuridad de la sinrazón, la obcecación y la soberbia del mundo materialista y profano, dispongámonos a ser todo "ojos", por ejemplo, a las hipótesis de investigadores como R. Alarcón y J. G. Atienza (auténticos "exploradores" de archivo a la par que de campo), cuando consdieran que el establecimiento templario en esta zona respondería, como en muchas otras de la geografía española, además de al valor estratégico que pudiera tener, a razones clasificables dentro de las consideraciones de tipo "mágico-sagrado", las cuales, parece evidente, también movieron a los templarios a elegir para su asentamiento determinados lugares de poder marcados por la tradición ancestral, que serían propiciatorios de la práctica iniciática y trascendente.
Sobre la búsqueda de estas específicas posesiones por parte de los templarios, y concretamente de las que pudieron tener en estas tierras asturianas, Alarcón nos dice que tenían: "un campo ampliamente abonado por aportaciones culturales de sucesivas civilizaciones, y ello desde un pasado remoto. La ruta medieval que, partiendo de Oviedo, atravesaba el Monsacro, rodeaba la Sierra de Aramo hacia el sur y se internaba por la Sierra de Sobia o por Peña Rueda, buscando los puertos de Ventana o San Lorenzo, era lo suficientemente importante desde el punto de vista del fenómeno "mágico" como para considerar lógico un asentamiento templario, que tendría en el Monsacro y en su capilla octogonal un discreto, pero destacado, lugar de iniciaciones centrado en Nuestra Señora del Monsagro, la Dama Negra del dolmen, venida de Jerusalén junto con su "prima" ponferradina Nuestra Señora de la Encina en las pródigas alforjas de Santo Toribio de Astorga.
La vox pópuli atribuye a los caballeros una serie de castillos e iglesias, a lo largo de esta ruta -propia de unos peregrinos muy especiales, más que de romeros al uso-, que citaremos muy someramente (C.Mª de Luis, "Tras la huella de los Templarios" (sobre el enclave templario de la Sierra de Aramo) y "Cosas de Asturias" (sobre las iglesias posiblemente templarias de San Esteban de Aramil, Nuestra Señora de Narzana y San Andrés de Valdebárcena), en el períodico La Voz de Asturias)."
En el territorio circundante a la Sierra de Aramo dos de las principales joyas templarias son, además de Monsacro, las iglesias de San Pedro de Nora y de San Adriano de Tuñón.
En lo que sería ya la Sierra de Aramo y sus estribaciones, como nos dice Alarcón: "Se dicen templarias las torres defensivas de Peñarudes, Tuñón, Proaza y Proacina; los castillos de Las Agüeras y Alba, este último, sobre un picacho de 1300 metros que domina el territorio circundante, levantado como guardián del santuario de Nuestra Señora de Alba, Virgen Negra románica (en el siglo XVII la imagen románica fue sustituida por otra más grande, de vestir, perdiéndose el original medieval) que algunos consideran "hermana de leche" (sic.) de la Virgen del Monsagro, con la carga simbólica que ello supone dentro del esoterismo tradicional implícito en estas imágenes; más al sur, se atribuye al Temple la posesión de los castillos de Teverga y Fresnedo, así como una encomienda dúplice, Fonfría-Buedia, y la posesión del cercano Cienfuegos. A este respecto resulta curiosa la presistencia del recuerdo templario en la memoria del pueblo llano, a pesar de no existir documentos que lo avalen; los campesinos de las sierras de Aramo y Sobia hablan con toda naturalidad del Coto de los Templarios, el Caserón de los Templarios, o el Cementerio de los Templarios, y enseñan gustosos a los pocos curiosos que por allí se llegan los restos ruinosos de lo que ellos suponen fueron sus casas, conventos y hasta sepulturas con sus correspondientes esqueletos, asegurando incluso que "durante el invierno los caballeros vivían en Buedia y en el verano subían a Fonfría". Para no ser más que consejas de "incultos y supersticiosos" labradores resultan en extremo precisas, sobre todo teniendo en cuenta que donde no han existido "jamás" templarios no debería haber ningún tipo de recuerdo suyo, y mucho menos tan detallado. Por desgracia para los detractores de la presencia templaria en el Principado, está comprobado por la experiencia diaria que si el pueblo puede ser ocasionalmente "inculto y supesrsticioso", sin embargo rara vez se equivoca en lo que a conservar tradiciones se refiere, y cuando un campesino nos dice que tal o cual ruina fue de monjes templarios debemos abrir bien los oídos, porque es muy probable que el tiempo le dé la razón. Valga como ejemplo el caso del castillo berciano de Cornatel, atribuido al Temple durante siglos por los "incultos" campesinos del contorno, sistemáticamente ridiculizados por los "sabios" eruditos de turno, hasta que otro investigador, no más sabio ni más erudito que los demás, pero sí más humilde, descubrió en unos cartularios medievales las pruebas documentales que identifican Cornatel con el medieval Ulver, castillo de los Caballeros Templarios dependiente de la encomienda de Ponferrada (A. Quintana Prieto, "Los Templarios en Cornatel", en rev. Archivos Leoneses núm. 17, enero-julio 1955; y Ponferrada en la Antigüedad, Instituto Gil y Carrasco, Madrid, 1955)."
Con estos asentamientos asturianos, los caballeros templarios controlarían el territorio mágico de las sierras del Aramo y Sobia, al tiempo que protegían aquellas importantes vías de comunicación que, disfrazadas de caminos jacobeos secundarios, les unían con sus posesiones leonesas del Bierzo, Los Ancares y La Maragatería, atravesando los puertos de Ventana, San Lorenzo y La Mesa.
Aún no hemos podido desarrollar una investigación en profundidad por toda esta zona, por lo que agradecemos cualquier información y fotografías que se nos haga llegar de los enclaves citados.
Si quieres colaborar enviando información o más fotografías sobre este enclave, puedes hacerlo enviando un e-mail a la siguiente dirección:
Si los datos que se envían proceden de fuentes bibliográficas o documentales deberán citarse. Si no se desea constar en la página como colaborador y autor de la información y fotografías remitidas, por favor indicadlo de forma explícita.
Se permite la utilización del material fotográfico aquí incluido, siempre que se cite la fuente, URL de la página incluida.
TORRE DEFENSIVA DE PEÑARUDES
TORRE DEFENSIVA DE PROAZA
sed nomini tuo da gloriam."