HISPANIA INCOGNITA

En Hispania incognita, mito, tradición, leyendas, enigmas históricos y lugares mágicos se dan la mano para conducirnos, a través de un apasionante viaje en el tiempo, de un extremo a otro de la geografía ibérica: Galicia, Castilla, Valencia, Murcia, Andalucía... serán escenarios en los que nos encontraremos a lo largo de los diferentes capítulos para descubrir esa «España desconocida» que nos rodea.

Desde el mítico continente perdido de la Atlántida hasta el romanticismo del siglo XIX, desfilarán ante el lector muchos de los pueblos que han contribuido a conformar la identidad nacional española a través de los siglos; personajes que han influido de manera extraordinaria en el devenir histórico de España por su carisma o heroísmo; misterios, intrigas y aventuras de carácter novelesco; lugares con una atracción especial por sus características geofísicas o arquitectónicas; las huellas simbólicas de los enigmáticos caballeros templarios; tradiciones y leyendas de origen ancestral con influencias célticas, grecolatinas, judías y árabes que permanecen vivas en pleno siglo XXI.

Hispania incognita se ha ordenado en cinco partes temáticas, bajo los siguientes epígrafes descriptivos:

- Ancestros, mitos y tradiciones.
- Enclaves mágicos y leyendas.
- Intrigas y enigmas históricos.
- Enclaves templarios.
- De los aventureros del Renacimiento a los iniciados del Romanticismo.

Para hacerse mejor una idea de la variedad temática, nada mejor que ofrecer una sucinta presentación de cada uno de los capítulos.

Cap. I: El hombre fósil, por Juan Ignacio Cuesta Millán, donde se refiere la aparición de los primeros homínidos en la Península Ibérica, contrastándose las teorías evolucionista y creacionista. En este capítulo se diserta sobre las facultades que separaron a los homínidos de los animales: la inteligencia, la abstracción y sobre todo la trascendencia. El crucial hallazgo en Atapuerca de una nueva especie bautizada Homo antecessor, antepasado común de las dos grandes especies humanas, neandertales y cromañones, arroja luz sobre el origen de nuestros más remotos ancestros. Dos de las cuevas-santuario prehistóricas más fascinantes de España: la de los Casares, en Guadalajara, y la del Parpalló, en Valencia, con sus magníficas muestras de arte rupestre, son visitadas de la mano del autor. Por último, se habla la magia propiciatoria ancestral y la hierogamia o cópula sagrada como elementos destacados en la espiritualidad del hombre prehistórico...

Cap. II: Del mito atlante a la civilización perdida de Tartessos, por Fernando Arroyo Durán, donde se analizan algunas de las teorías que relacionan los mitos ibéricos y las ancestrales rutas de peregrinación con el continente perdido de la Atlántida. Lo interesante en este artículo es la formulación mitográfica que recompone tradiciones, mitos y leyendas. Los mitos y sus interpretaciones deben considerarse estrictamente en un plano simbólico y arquetípico, pues de esa forma pueden entenderse determinados aspectos cosmogónicos y primordiales que parecen imbricarse en lo más profundo de las civilizaciones humanas y para los que las teorías científicas no pueden dar explicaciones convincentes. De los mitos ibéricos más ancestrales se llega hasta la religión celtibérica, de influencia escita-indoirania, según algunos expertos, e incluso védica según otros, y que, en definitiva, es una síntesis interesantísima de la espiritualidad oriental y occidental. La exposición concluye con un periplo histórico por la enigmática civilización de Tartessos, de oscuro origen y cuyo declive y desaparición acaece con la llegada de los cartagineses al sur de la Península Ibérica.

Cap. III: Celtiberia. Sacrificios humanos a los dioses de la Naturaleza, por Juan Ignacio Cuesta. Aquí se habla de las tribus que, llegadas por el norte y sur de la Península Ibérica, conformaron una cultura de simbiosis verdaderamente fascinante: la celtíbera. Estos antiguos pobladores de Iberia rindieron diversos cultos a la Naturaleza, asociados a fenómenos perceptibles que tenían efectos en su vida cotidiana, no dudando en ofrecer a sus dioses sacrificios humanos. En este capítulo se habla de los viejos espíritus o divinidades célticas, de la casta sacerdotal o druidas, de las aras o altares de sacrificios de los pueblos de los verracos: los vetones, tribu celtibérica que conformó junto con otras la llamada «Cultura de las Cabezas Cortadas».

Cap. IV: La Torre de Hércules y el mito de Gerión, por Carlos García Costoya, donde la fusión bíblica-mesopotámica del mito del Diluvio Universal y las tradiciones celtas confluyen en la mágica tierra de Galicia, y donde la el mito clásico de Hércules y Gerión (rey de Tartessos) y la historia de la Hispania romana se concretizan en un monumento: el faro más antiguo del mundo, conocido como Torre de Hércules, en la ciudad de La Coruña.

Cap. V: La dama del lago y otras mujeres mitológicas, por Chema Ferrer Cuñat, repara en la mitología femenina, dado que la figura de la mujer ocupó un lugar relevante en las sociedades antiguas. Los modernos mitólogos sugieren que aquella primera esposa de Adán, la Lilit de los textos hebreos, un ser correspondiente a las lamias griegas y romanas, era la personificación de lo femenino, caracterizado no solamente por su capacidad de fecundar, sino por la perversión y la perfidia o por la rebeldía frente al poder masculino. Esta significación ha sido una constante en las diferentes culturas, por ejemplo en las míticas ondinas, ninfas o janas ibéricas, identificadas en la Edad Media con las brujas o hechiceras. Esto afectó a la consideración popular de los lugares mágicos tradicionales, como las lagunas y las fuentes, muchas de las cuales, durante la cristianización, se fueron asociando a apariciones marianas y dedicadas al culto a la Virgen. En el capítulo se explica por qué mitos como el de Melusina, cuyo mejor relato nace de la pluma del escritor Jean d'Arras a finales del siglo XIV en La noble historia de los Lusignan, representa el exponente principal de los numerosísimos linajes que fundamentan su nacimiento en una leyenda. Incluso algunos miembros de estos linajes, como Guy de Lusignan, logró sentarse en el trono del reino latino de Jerusalén durante las cruzadas. El capítulo concluye con las curiosas tradiciones en torno a algunas mujeres mitológicas hispánicas, como la ninfa galaica Tanitaco, la ondina del Matarraña o la jana levantina de la fuente de Teulada.

Cap. VI: Aprendices, compañeros y maestros, por Antonio Galera Gracia, donde se explica de qué forma los diferentes oficios tradicionales en los que se emplea el ser humano fueron apareciendo en la Historia obedeciendo siempre a las diversas necesidades que se le planteaban. Desde la confección de vestidos de los primeros clanes prehistóricos a la elaboración de las primeras armas y rudimentos para la caza y la defensa, desfilan por este capítulo los brujos o sacerdotes, los artesanos y alfareros, los curtidores y cardadores, los herreros y carpinteros, etc. En el capítulo se relatan algunos casos legendarios e históricos relacionados con los gremios artesanos, como la matanza de Tedeliz, hazaña llevada a cabo por los gremios de curtidores y cardadores contra los piratas berberiscos que asolaban las costas levantinas en el siglo XIV; las curiosas obligaciones contractuales entre los aprendices y maestros de oficios entre los siglos XVI al XVIII, etc. El capítulo concluye con la hipótesis defendida por el autor sobre uno de los grandes enigmas gremiales del Medievo: las marcas de cantería que se pueden observar en algunas piedras de las iglesias, catedrales y fortificaciones del periodo románico y gótico.

Cap. VII: El 'taurobolio' atlante de La Barrosa, por Chema Ferrer, trata de una antiquísima tradición popular que aún se celebra en nuestros días en el pueblo soriano de Abejar, cuyo origen y significado cabe sondear en los arcaicos cultos táuricos ibéricos y en el mito platónico de la Atlántida...

Cap. VIII: La noche de San Juan y los «júas», por Emilia Cobo de Lara, donde se explica cómo una festividad que se remonta a tiempos inmemoriales y que está relacionada con el solsticio de verano, con el correr de los siglos se ha ido transformando para adaptarse a los diferentes momentos históricos, bien adoptando un trasfondo religioso, bien siguiendo pautas propias de la tradición popular. La noche de San Juan es una tradición de origen pagano que se incorporó al calendario festivo cristiano para conmemorar el nacimiento de San Juan Bautista, Precursor del Mesías. No es gratuita la coincidencia entre el ancestral culto solar y San Juan Bautista, dado que el personaje es de una gran talla, porque representa al Sol menor que abre camino al gran Sol, que es Cristo. La fórmula de síntesis utilizada por la Iglesia para asimilar a sus ritos las tradiciones paganas de los fuegos nocturnos en la fiesta del solsticio de verano, se basa en la adaptación a las propias tradiciones religiosas cristianas que hablan del milagroso nacimiento de San Juan. En la actualidad, la noche de San Juan es, ante todo, una fiesta de carácter popular cargada de simbolismo, aunque la mayoría de los que participan en ella desconozcan el significado de los ritos que llevan a cabo. El capítulo se ocupa específicamente de la noche de San Juan malagueña o «verbena» de San Juan, donde un muñeco llamado «júa», que recibe este nombre en recuerdo de Judas Iscariote, es quemado la noche del 23 al 24 de junio. Para comprender mejor el significado simbólico de esta sacra y profana festividad, se analizan los aspectos primordiales, las leyendas, los ritos y predicciones relacionados con la noche de San Juan.

Cap. IX: San Pedro de Castellfort: la peregrinación «herética», de Chema Ferrer. Otra muestra de asimilación cultural y cultual. En este caso se trata de la peregrinación a un lugar sagrado de la histórica y fascinante comarca del Maestrazgo: la ermita medieval de San Pedro de Castellfort, donde se venera al sustituto cristiano del mitológico protector de Roma, Júpiter Optimus Maximus (el mejor y más alto), que se adoraba en un templo sobre el monte Capitolino. Como Júpiter Fidius era guardián de la ley, defensor de la verdad y protector de la justicia y la virtud, Simón Pedro, el principal discípulo de Jesucristo, apóstol y misionero de la primitiva Iglesia cristiana, es para la tradición católica el primer obispo de Roma y primer Papa (Pontifex Maximus). Pero es que, indudablemente, el destino de la romería de San Pedro es además el mismo enclave donde los antiguos pobladores celtíberos acudían a celebrar los rituales relacionados con la llegada de la primavera. En esta ancestral romería cabe destacar dos hitos importantes: la parada en el Santuario de la Virgen del Avellano, durante la primera jornada, y la de la Virgen de la Fuente, durante la segunda. Reminiscencias del culto y veneración a las aguas subterráneas y a sus ninfas custodias, en la figura arquetípica de la Venus Matero Venus Genitrix, diosa de los jardines y de los campos en la mitología romana, cuyo lugar ha sido providencialmente ocupado por la «Venus cristiana», Nuestra Señora, la «Estrella de la Mañana». Pero el verdadero esplendor del lugar, a la vez que la extraña reconstrucción del eremitorio y sus aledaños, tiene lugar cuando el padre Francisco Celma llega a la localidad de Catí, en el siglo XVIII. Se asegura que este piadoso sacerdote se hallaba al borde de la muerte y, encomendándose a la Virgen del Avellano, se recuperó milagrosamente tras haber recibido incluso el viático. A partir de aquel momento, el padre Celma se hizo cargo de la reconstrucción de la iglesia construida en el Santuario, así como de la decoración del interior de la llamada Capilla de la Comunión, en la iglesia de la población. Estos dos lugares son especialmente relevantes por su extraordinario simbolismo. Para comprender mejor el sustrato de este complejo entramado tradicional y simbólico, el capítulo diserta sobre las significaciones de la alquimia mística cristiana, los cultos paganos celtas y la antigua celebración de la sexualidad.

Cap. X: La Cruz de Caravaca. Una extraña forma de contribución, por Antonio Galera. Este capítulo trata sobre una de las reliquias más sagradas y famosas de España: la Vera Cruz de Caravaca. Se refiere la tradición de su milagrosa aparición y se detallan los privilegios otorgados a la ciudad y el santuario que custodia la reliquia a lo largo de los siglos por diferentes reyes hispanos, debido a su milagrosa intervención en abundantes victorias contra los invasores sarracenos. Especialmente extraña es una forma de subvención concedida en tiempos de Felipe III a petición del padre Luis Ferrer, de la Compañía de Jesús...

Cap. XI: La «Tarasca»: de tradición medieval a icono de la moda, por Emilia Cobo. La Tarasca es una tradición, de probable origen francés, que pasó a España en la Edad Media formando parte de la procesión del Corpus Christi. Era la tarasca una figura de gran tamaño que representaba un animal monstruoso y maligno, cuyo simbolismo era una auténtica «catequesis moralizante visual». En el capítulo se refiere la historia de esta tradición en ciudades como Madrid, donde fue prohibida por el rey Carlos III en 1780, y en Granada, donde para soslayar la prohibición real, la tarasca cambió su nombre por el de «la Pública», con el que se le ha conocido popularmente hasta hace unas décadas. En los últimos años ha vuelto a recuperar su nombre de «Tarasca» y a ser, una vez más, el referente lúdico de la fiesta religiosa y profana más importante de Granada. El artículo concluye con la explicación de por qué hoy en día, si se pregunta a cualquier granadino qué es la tarasca, inmediatamente contestan que es el referente ciudadano de la moda femenina del verano... Y es que son pocos los que reconocen ya su origen o su significado tradicional.

Cap. XII: El sepulcro del apóstol Santiago, por Carlos García Costoya. En este artículo, escrito por uno de los principales expertos en tradición jacobea, se detallan de manera escueta las principales «pruebas» históricas y arqueológicas que apuntan a la autenticidad de la tradición compostelana. Se refieren los pormenores de los estudios arqueológico y anatómico de los huesos exhumados en la basílica compostelana, encargado a la Universidad de Santiago por el arzobispo Miguel Payá Rico en el siglo XIX, así como un resumen de los principales argumentos que, durante el proceso canónico, permitieron llegar a la conclusión de que los restos humanos hallados en las excavaciones pertenecían al apóstol Santiago y sus discípulos. El trabajo concluye ocupándose de los hallazgos de restos arqueológicos en la excavación de 1897 y relacionando las pruebas más concluyentes que refuerzan la antigüedad y autenticidad de la tradición jacobea.

Cap. XIII: El varón apostólico San Cecilio: entre la leyenda y la fe, por Emilia Cobo. Este artículo se ocupa de la figura del primer obispo y patrón de Granada, San Cecilio, uno de los Siete Varones Apostólicos que, según la tradición, acompañaron al apóstol Santiago para predicar la fe de Cristo en la antigua Hispania. A caballo entre la historia y la leyenda, la figura de Aben Alradi, más conocido como San Cecilio, está profundamente ligada a la génesis histórica de la Iglesia cristiana granadina, que tiene sus orígenes en los primeros años de expansión del cristianismo, al ser la provincia romana de la Bética (actual Andalucía), una de las zonas más romanizadas a finales del siglo I. Todo lo que sabemos de San Cecilio está sacado de los llamados libros plúmbeos del Sacromonte, hallados en la capital del reino nazarí tras ser conquistada por los Reyes Católicos a finales del siglo XV, concretamente, cuando se estaba construyendo la catedral, ya en el siglo XVI. Se explica por qué la Iglesia católica nunca ha aceptado estos libros como fuentes fiables a la hora de describir la vida del santo. Entre los hallazgos, un pergamino es especialmente interesante: las llamadas Profecías de San Juan. Desde el primer momento llamó la atención el texto del pergamino. En la parte superior aparecía el texto en árabe; a continuación, el texto en castellano de la época; debajo, otro texto en árabe; y en el lado izquierdo, un texto en latín con ortografía castellanizada. El primer texto, escrito en árabe, explicaba que era una profecía de San Juan Evangelista: al parecer, San Cecilio, a su vuelta de Tierra Santa, había recogido esa profecía en Atenas, de manos del Pseudo-Dionisio el Areopagita, discípulo de San Pablo, junto con los otros objetos...

Cap. XIV: Zulema y la leyenda de la Mesa del rey Salomón, por Fernando Arroyo. El capítulo se ocupa del sagrado objeto conocido como Mesa de Salomón, una reliquia de enorme valor simbólico y material que, según las crónicas musulmanas, los árabes habrían encontrado en la capital del reino visigodo de Hispania, la antigua población de origen celta que los romanos llamaron Toletum. El hallazgo habría tenido lugar en los primeros días de la invasión islámica de la Península Ibérica, en el año 711. Sin embargo, no es seguro que la encontrasen ni que estuviese en aquel momento en Toledo... ¿Realidad? ¿Leyenda? La historia de cómo la Mesa de Salomón habría llegado a España comienza durante la toma de Jerusalén y el saqueo del Templo de Salomón llevado a cabo en el año 70 de la era cristiana por las legiones romanas de Tito. En el artículo se refiere cómo la reliquia pasó más tarde a formar parte del mítico tesoro de los godos y cómo en el año 526 es trasladada a Toledo cuando dicha ciudad se convierte en la capital del reino visigodo de Hispania. Se analizan las crónicas musulmanas para contrastar cómo las árabes y bereberes inciden en el desarrollo de la conquista islámica de Hispania o en la descripción de la Mesa de Salomón, mientras que la tradición hispano-árabe (recogida por autores andalusíes o magrebíes ya tardíos) se ocupa más del origen remoto de la reliquia y del motivo por el que se encontraba en Al Ándalus. Por último, el autor se ocupa de una de las versiones legendarias, recogida incluso por Cervantes de las consejas populares alcalaínas, que señalan que fue en Alcalá de Henares, más concretamente junto al cerro del Viso, en la conocida como cuesta de Zulema (y Zulema no es otra cosa que la deformación del nombre árabe Sulayman, esto es Salomón), que los sarracenos habrían encontrado la Mesa de Salomón escondida en una cueva por los visigodos durante su repliegue... Y es que antes de que existieran las ciudades musulmanas de nueva fundación de Madinat al-Faray (Guadalajara) o Madinat al-Salim (Medinaceli), ya se dio en llamar, desde los mismos inicios de la invasión agarena, Madinat al-Salim (Ciudad de Salomón) y Madinat al-Maida (Ciudad de la Mesa) a la vieja Complutum junto al río Henares... El trabajo concluye con la exposición de una hipótesis inédita, que situaría a Tarik, el gran caudillo norteafricano que encabezó los inicios de la conquista árabe de España, como miembro de una estirpe de origen germánica...

Cap. XV: Hermanos Hospitalarios de Burgos, una orden histórica envuelta en la leyenda, por Antonio Galera. La Orden de los Hermanos Hospitalarios de Burgos fue fundada en 1212 por el rey de Castilla Alfonso VIII, como acción de gracias por haber vencido en la batalla de Las Navas de Tolosa «gracias al milagro que el Todopoderoso tuvo a bien obrar en favor de los cristianos», y en recuerdo de la milagrosa aparición de Nosa Señora da Barca al apóstol Santiago, que tanta semejanza guardaba con el milagro que se había obrado en la mencionada batalla. La nueva hermandad fue fundada con los siguientes objetivos: cuidar, socorrer y defender a los peregrinos que se dirigían hacia el sepulcro del apóstol Santiago y, asimismo, cuidar, socorrer y defender a los peregrinos que se dirigían hacia el templo de Nosa Señora da Barca, para alcanzar desde allí el «fin del mundo» (como se ve, lo que muchos hoy creen una costumbre pagana tiene también su razón de ser cristiana dentro de la tradición jacobea). Esta hermandad de caballeros estaba conformada, por tanto, por hospitaleros y soldados. En el artículo se explica la leyenda jacobea de la aparición de Nosa Señora da Barca en Muxía, Galicia, y cómo los llamados «lugares de poder» fueron buscados desde tiempos inmemoriales en todas las culturas por hombres que aspiraban a alcanzar la sabiduría, la salud o la santidad (los esenios, por ejemplo, fueron verdaderos expertos en la búsqueda y determinación de estos mágicos lugares), costumbre que los eremitas y monjes cristianos llevaron a cabo por conocerla a través de los libros sagrados que traducían, tales como el Neviím o libro de los Profetas hebreos (ss.VIII al I a.C.), e incluso a través de antiguos tratados de medicina como el Corpus Hippocraticum (s.IV a.C.). El culto simbólico de las piedras estaba enraizado en la cultura celta, pero en la cultura medieval las piedras conservaron en buena parte aquellas tradiciones. Buena muestra de ello es la leyenda que relaciona a la Hermandad de los Hermanos Hospitalarios de Burgos con una de estas piedras sagradas, la llamada «pedra de avalar», ubicada en Galicia; leyenda que tiene ciertas analogías simbólicas con el episodio de otra leyenda, la del rey Arturo y la espada mágica, Excalibur, que sólo él pudo sacar de la roca en la que estaba enclavada. Por supuesto, el artículo también se ocupa de la historia documentada de la orden hospitalaria burgalesa, que, además de en la ciudad castellana en la que se fundó, tenía otro hospital caritativo en la localidad gallega de Corcubión, cerca del Finis Terrae.

Cap. XVI: Los endemoniados de La Balma, por Chema Ferrer. En el año 1939 la Guardia Civil disolvía por la fuerza una auténtica batahola de Satán en el Santuario de La Balma, sito en uno de los lugares más inaccesibles de la ya de por sí aislada comarca del Maestrazgo. Los exorcismos de la Virgen de la Balma, que se venían celebrando desde tiempos inmemoriales, transformaban en un auténtico aquelarre el santuario mariano en los últimos días del verano. Frente a la recóndita cueva se congregaban miles de personas que, llegadas en una especie de siniestra romería, no tenían otro objetivo que alimentar su lascivia y satisfacer sus instintos más morbosos. El atractivo principal lo constituían los poseídos, que llegaban al santuario desde lugares verdaderamente lejanos, pues tal era su fama. Todo aquel concierto del espanto lo dirigían ciertas mujeres poco piadosas, las llamadas caspolinas porque procedían en su mayoría de la villa aragonesa de Caspe, arpías que se alzaban con el báculo de la autoridad, impartiendo remedios y métodos absolutamente perversos. Sacerdotisas del infierno, estas brujas manejaban a placer la ignorancia y los deseos libidinosos de las gentes embrutecidas que acudían a aquel abominable sabbat... En el artículo se refiere la historia del Santuario de la Balma y algún episodio verídico, como el llamado caso de «los demonios de Josefa Montarde», recogido por el periodista madrileño Alardo Prats, que a finales de los años veinte del siglo pasado marchó hacia el tenebroso lugar de La Balma para dar testimonio público de lo que allí sucedía. De ese encuentro nació Tres días con los endemoniados, una obra que narra con precisión periodística aquellos insólitos hechos, a la vez que la impregna de los sentimientos que tan extraño lugar infundía en su espíritu. En el artículo se explica también la doctrina de la Iglesia sobre la posesión diabólica y en qué consisten los exorcismos, contrastando el rito romano con las demenciales ceremonias que tenían lugar en La Balma. Muy cerca del santuario se encuentra la llamada Cueva del Diablo. Todavía hoy se celebra el auto sacramental que conmemora cómo el arcángel San Miguel vence al demonio. El acto religioso que conformaba aquellos tres días de locura es lo único que aún pervive. Si no fuera porque los hechos, los lugares y las personas citadas son reales, creeríamos estar ante un guión de película de terror...

Cap. XVII: Leyendas medievales y renacentistas, por Antonio Galera. Las leyendas nacieron de la Historia y de la tradición y se han transmitido de boca en boca desde tiempos inmemoriales... La leyenda contiene en sí misma la potencialidad de su difusión, ya que su cauce primordial no es el medio escrito, sino la tradición oral. No obstante, muchas leyendas fueron glosadas por escribas, poetas y literatos en diferentes periodos de la Historia. En este artículo se relatan varias leyendas medievales y renacentistas surgidas de la Historia, y en las que resulta por ello difícil delimitar realidad y ficción; se transcribe también un cuento moralizante de la época o exempla, del célebre arcipreste de Talavera, Alonso Martínez de Toledo, cuya obra, de estilo goliárdico y lenguaje realista, contiene los gérmenes de la narrativa posterior española.

Cap. XVIII: Leyendas nazaríes, por Emilia Cobo. Se trata de una recopilación de leyendas con dos rasgos en común: el tiempo histórico y el especio geográfico que abarcan. El origen de estas leyendas de sabor oriental, que parecen sacadas de los cuentos de Las mil y una noches, está en las tierras del sur de España en las que pervivió durante más tiempo la civilización islámica: Al Ándalus, y proceden de la última época de este dominio: el reino nazarí de Granada.

Cap. XIX: La caballería medieval española, por Antonio Galera. En la España medieval, el caballo era un arma de guerra: la mejor y la más eficaz. Durante el periodo helenístico y durante el Imperio romano, los caballos ya gozaron de gran consideración: representaban el poder de las familias, de los grandes generales o de los reyes. El caballo de Alejandro Magno, Bucéfalo, alcanzó elevados honores militares, e incluso alguno, como el famoso Incitatus, fue nombrado cónsul y comía junto a su dueño, el perturbado Calígula. Esta consideración no se perdió durante la Edad Media... Partiendo de una breve historia de la caballería y de la historia específica de la caballería en los reinos medievales hispanos, al autor destaca el papel desempeñado por las órdenes religiosas de caballería, de las que el Temple fue una de las pioneras. El cuadro de mandos en las órdenes monástico-militares; el adiestramiento del caballo y del caballero; los remedios medicinales de los albeiteros o veterinarios medievales...

Cap. XX: Omar ben Hafsún y el reino de la montaña, de Emilia Cobo. Se trata de la apasionante historia de Omar ben Hafsún («Omar hijo de Alfonso el noble»), uno de los personajes más interesantes de la historia medieval andalusí o hispanomusulmana. Vivió a caballo entre los siglos IX y X y mantuvo en jaque a cuatro sultanes de Al Ándalus, hasta que la enfermedad y la muerte lo vencieron. De este personaje, descendiente de los condes visigodos de Ronda, atrae lo accidentado y novelesco de su vida, tan llena de vicisitudes. Cautivan sus condiciones de guerrero hábil, fuerte en la defensa, burlón en los tratos, o altivo en sus relaciones con los califas musulmanes. Asombran sus dotes de organizador, su habilidad para sacar partido de la flaqueza del enemigo, y las envidiables condiciones que le permitieron sostener, durante treinta años, un reino cristiano «montaraz» en Bobastro, junto a la capital del poderoso imperio islámico de Al Ándalus. Y es que en los últimos tiempos de su vida, el «rey de la montaña» Omar ben Hafsún, padre de Santa Argentea, decidió convertirse a la religión de sus ancestros, el cristianismo, y morir bajo el nombre de Samuel de Bobastro...

Cap. XXI: Los desconocidos eremitas de la Alcarria, de Juan Ignacio Cuesta. El capítulo hace un recorrido por diversos enclaves de la comarca de la Alcarria, en la provincia de Guadalajara, marca o tierra fronteriza en el Medievo que alberga multitud sorpresas históricas, artísticas y paisajísticas. En este lugar tuvieron los templarios algunos enclaves discretos, apropiados para desarrollar sus cometidos de vigilancia fronteriza, de repoblación y consolidación de territorios y, también, de fortalecimiento espiritual en lugares especialmente apropiados para ello... En estas tierras podemos encontrar impresionantes lugares desconocidos, como la «ciudad eremítica» de Cívica, un promontorio rocoso lleno de cavernas, galerías artificiales, oquedades y techos que conservan estalactitas. Aunque no hay indicios que lo confirmen, es muy posible que este lugar fuera utilizado desde muy antiguo como refugio de eremitas. En cualquier caso, el visitante tiene la sensación de hallarse ante un enclave sagrado en el que resultaría relativamente fácil entregarse a visiones místicas. Junto a Cívica hay una impresionante cascada, no tanto por su tamaño, como por el despliegue de colores del paisaje, engalanado con todas las gamas del verde y cuya existencia depende del agua que resbala y forma cortinas de agua que alimentan diversas especies de plantas, sobre todo, musgos, helechos y culantrillos de brillos esmeraldas. Allí se abre una grieta tras la que hay una pequeña sala en la que también se acumulan innumerables sugerencias... No se sabe quiénes habitaron las grutas de Cívica. ¿Eremitas hispanorromanos? ¿Monjes jerónimos del cercano monasterio de San Blas, hoy en ruinas? ¿Refugiados templarios procedentes de Torija u otras encomiendas tras la disolución de su orden?... Quizás todos ellos en diferentes épocas históricas.

Cap. XXII: El olvidado rey García de Galicia, por Carlos García Costoya. Por lo general, los monarcas medievales que gobernaron los reinos cristianos españoles son unos grandes desconocidos. Sus vidas, hazañas y vilezas permanecen olvidadas en los oscuros anaqueles de los archivos. En este capítulo se refiere la historia de la conspiración de los regios hermanos Alfonso VI de León y Sancho II de Castilla, para arrebatarle el reino de Galicia a su hermano menor, García, a quien condenaron a vivir prisionero los últimos veinte años de su vida. Su particular historia es propia de la «Máscara de Hierro», con la diferencia de que, en este caso, no se está hablando de ficción literaria sino de las luchas fratricidas que se sucedieron en la España cristiana del siglo XI...

Cap. XXIII: Las emparedadas: ¿condena o penitencia?, por Chema Ferrer. El emparedamiento es una costumbre ancestral que consiste en encerrar a una persona viva en una pequeña celda de la que jamás podrá salir. Los emparedados podían ser condenados o voluntarios (generalmente por razones religiosas), pero el final era siempre el mismo. En el capítulo se refieren algunos casos en que el furor de la virtud y la devoción llevó a mujeres al suplicio voluntario de encerrarse en vida entre cuatro paredes, en algunos casos solas, como Santa Potenciana, una eremita andaluza de los tiempos del califato de Córdoba, y en otros casos acompañadas, como Santa Oria, emparedada con su diligente madre Amuña, con cuyo cadáver terminó conviviendo Oria hasta que también falleció. Otros motivos de emparedamiento sucedían por la llamada «Pública Honestidad». En el derecho medieval, el matrimonio no consumado tras los esponsales derivaba en una situación anómala: las mujeres quedaban impedidas para contraer nuevas nupcias, por lo que solían ingresar en conventos de clausura de por vida. El emparedamiento como castigo también fue casi siempre aplicado a las mujeres y se realizaba como método para reprimir su sexualidad. Los antecedentes se remontan a las sacerdotisas del templo de Vesta. Las famosas vestales hacían votos de virginidad estricta; si éste se incumplía, el castigo era el emparedamiento o, más bien, el enterramiento en una tumba en la que sólo se les proporcionaba una lamparilla de aceite, leche y un poco de pan, mientras la turba enfurecida pisoteaba la tierra que la cubría. Hay varias historias tétricas sobre el emparedamiento como castigo. En 1770 se encontró en una estancia disimulada del campanario de la catedral de Granada un esqueleto; así lo atestiguó José Ventura, mandadero de las monjas de la piedad. Dicho habitáculo, de cuatro palmos de lado, sólo tenía un agujero en el techo que haría las veces de respiradero y por el que se supone se le echaría algo de comer al condenado.

Cap. XXIV: Alfonso X, virtudes y desafueros del rey Sabio, por Antonio Galera. En este capítulo se refieren algunos episodios bastante desconocidos sobre el monarca castellano Alfonso X, una de las figuras políticas y culturales más importantes de la Edad Media. Y es que, el que fuera trovador de la Virgen, fue también mecenas de saberes sacros y paganos. No dejó de ser frecuente que algunos reyes medievales se dejaran aconsejar por místicos, maestros e iluminados que aseguraban transmitir los designios de Dios o que usasen su privilegiada posición para acceder a los saberes filosóficos y ocultistas de otras culturas. El caso de Alfonso X es un ejemplo en este sentido, pues dentro de su magnífica empresa cultural, en la que brilló con luz propia la Historia, ocupan un lugar destacado la astrología y la astronomía (reunidas en una sola ciencia en aquellos tiempos). Anécdotas solemnes y cotidianas del Rey Sabio han sido recuperadas de diferentes documentos, para ilustrar sobre la personalidad de un monarca que dedicó más de la mitad de su reinado a aspirar a ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que amó con sinceridad a su pueblo, que tuvo tantos aciertos como graves errores, y que murió olvidado y asediado en Sevilla en 1284. A pesar de todo, la memoria histórica le recuerda hoy por su incomparable legado cultural.

Cap. XXV: El intrigante clan de los Abencerrajes, de Emilia Cobo. En la Edad Media, el poder residía a menudo en las grandes sagas familiares. En ocasiones, los linajes más influyentes acaparaban tanta riqueza e influencia como los monarcas. Y esto ocurría tanto en los reinos cristianos como en los reinos musulmanes que durante ese periodo ocupaban el solar ibérico. Uno de los linajes nobiliarios que más influyó en el reino nazarí de Granada desde comienzos del siglo XV hasta su total desaparición en 1492 a manos de los Reyes Católicos, fue la familia Abencerraje, de origen africano. Éste es el nombre castellanizado con el que se conoció a la tribu de los Banu Sarray, apellido que significa «hijos del talabartero». Su historia es la historia del nepotismo, el tráfico de influencias y la intriga política en la España musulmana. Debido a sus rivalidades con otros linajes granadinos, y sobre todo a la debilidad de los sultanes de ese periodo, los abencerrajes contribuyeron a precipitar la caída del último reducto moro de España.

Cap. XXVI: El enigma de Hanos y otros lugares malditos, por Juan Ignacio Cuesta. El extenso páramo alcarreño, dividido en dos partes por el río Tajo, es una tierra caracterizada por la pobreza de unos terrenos duros, inservibles para otra cosa que no sean cultivos de cereales, olivos, almendros, vides, ganado y su producto más genuino: todo cuanto fabrican las abejas. En algunos lugares la dureza llega a ser extrema. Y, sin embargo, hubo gentes que eligieron estos sitios para vivir, quizá porque las condiciones ambientales en aquellos tiempos eran diferentes. Sus asentamientos desaparecieron bruscamente y, según dicen las leyendas, de manera dramática. La falta de documentos impide a los historiadores hacer algo distinto a especular aplicando el sentido común. Hanos fue un pueblo maldito que desapareció dejando un buen montón de ruinas que apenas se ven bajo los paupérrimos rastrojos y matorrales. Nadie quiso saber nada de la vida de sus habitantes, ni de su destino, puesto que a nadie mereció la pena escribir sobre ello. Sólo nos queda de esta población un testigo mudo que se eleva milagrosamente sobre el páramo: «el Paherón», apenas un esqueleto de piedras mal ensambladas que nos avisa de que a su alrededor late un misterio difícil de desentrañar.

Cap. XXVII: Aliatar, por Emilia Cobo. Aliatar es otro personaje histórico del reino nazarí de Granada, vivió en el siglo XV y se le conoce más por leyendas, romances, novelas, e incluso por obras teatrales, que por datos fehacientes que la historia haya conservado de él. Fue jeque de Granada, y de él las crónicas dicen que «era moro célebre, por haberse elevado con su valor desde el modesto ejercicio de especiero a las mayores honras de la caballería». Aliatar participa en numerosas batallas y correrías por las tierras de frontera entre el reino cristiano de Castilla y el islámico de Granada, siendo protagonista de algunas gestas heroicas. No obstante, poco se sabe históricamente de este noble guerrero, que fue el terror de los cristianos en la zona fronteriza, aunque su figura ha trascendido al campo de la leyenda y del romance a lo largo de varios siglos, desde sus contemporáneos hasta los románticos.

Cap. XXVIII: Los monjes soldados del Alto Rey, por Juan Ignacio Cuesta. En este capítulo se describe la historia de una región empobrecida, abandonada, olvidada y casi desconocida para la inmensa mayoría: la Sierra de Alto Rey, en la provincia de Guadalajara. En su punto más alto, los caballeros templarios habrían emplazado un puesto de vigilancia, un castillo construido cerca de un curioso santuario que oculta su cima. Resulta extraño y perturbador que este risco, en la distancia y a pesar de las evidentes diferencias, recuerde otro lugar que tuvo mucha relación con la Orden del Temple: Alamut, el refugio del Viejo de la Montaña. En aquella lejana fortaleza, al sur del mar Caspio, en Persia, llamada también el «nido de las águilas», se gestó una de las epopeyas de la historia medieval. La secta ismaelita de los «Asesinos», despreciados y temidos a partes iguales, emprendieron desde aquel lugar una serie de actividades que sembraron el pánico en Oriente y que se basaban en el asesinato político. En la cumbre del pico más alto de la Sierra de Alto Rey, en el corazón de España, a 1852 metros de altura, donde la nieve puede verse a veces hasta entrado el verano, está el Santuario de Cristo Rey, también conocido como Alto Rey de la Majestad o Santo Alto Rey. No es lugar de acceso fácil... Todos los primeros sábados de septiembre suben numerosos romeros hasta este antiquísimo recinto sagrado, cuya memoria se hunde en la prehistoria, para venerar al «Rey del Mundo». Así que éste es uno de tantos lugares donde se han celebrado siempre ceremonias y ritos sagrados, paganos o cristianos... Si realmente los templarios erigieron el primitivo santuario de Alto Rey, y si realmente, como sostiene también la tradición, construyeron o utilizaron algunas de las iglesias más fascinantes y repletas de simbolismo de la zona, como Santa Columba Albendiego o San Bartolomé de Campisábalos, ¿qué razones profundas tuvieron para ello?

Cap. XXIX: Las claves templarias del castillo de Santorcaz, por Fernando Arroyo. Aunque la documentación no pueda demostrarlo, sencillamente porque existe un vacío documental, lo cierto es que son muchos los indicios que apuntan a que el castillo de la localidad madrileña de Santorcaz fue templario. El lugar de Santorcaz fue ocupado desde tiempos inmemoriales, como lo demuestran los vestigios arqueológicos de la antigua ciudad celtibérica de Orcada. El castillo fue también prisión de nobles y clérigos, contando entre sus más célebres prisioneros a Ana de Mendoza, princesa de Éboli, o a Rodrigo de Calderón, conde de la Oliva, marqués de Siete Iglesias y ministro de Estado de Felipe II. También, entre 1466 y 1472, estuvo preso en Santorcaz un humilde bachiller y arcipreste de Uceda llamado Gonzalo Jiménez de Cisneros (llamado luego Francisco, al tomar el hábito de San Francisco), que llegaría a ser el poderoso Cardenal Cisneros. No sólo la tradición fuertemente arraigada, sino una serie de pinturas murales insólitas en el interior de la actual iglesia parroquial de San Torcuato, antiguo templo de la fortaleza, parecen señalar a los freires del Temple...

Cap. XXX: El Hundido de Armallones, ¿un jardín botánico templario?, Juan Ignacio Cuesta. En las gargantas del Tajo, en la provincia de Guadalajara, existe un espectacular cañón conocido como Hundido de Armallones. Los lugareños mantienen relatos muy interesantes sobre este paraje. Uno de ellos afirma que toda aquella región estuvo bajo la tutela de la Orden del Temple durante el siglo XIII y principios del XIV. ¿Existió en el Hundido de Armallones un convento, monasterio o encomienda cuyas ruinas quedaron bajo el gran desprendimiento que se produjo coincidiendo con algún movimiento sísmico anterior a 1578? ¿Se cultivaron aquí plantas medicinales, algunas de ellas con sustancias cannabinoides utilizadas desde antiguo para alcanzar éxtasis místicos? De todo ello parece haber vestigios...

Cap. XXXI: El Cañón del río Lobos: un centro sagrado, por Fernando Arroyo. El Cañón del río Lobos, en la provincia de Soria, es uno de los centros mágicos y sagrados más importantes de España. Especialmente famosa es su ermita de San Bartolomé de Ucero, repleta de un simbolismo desconcertante. El lugar en que está enclavada, de una belleza natural abrumadora y junto a unas cuevas donde los antiguos celtíberos del cercano Castro Bellido oficiaban ritos a la Magna Mater; la tradición que vincula este templo con el antiguo e ilocalizado convento templario de San Juan de Otero, citado en 1170 una bula papal de Alejandro III, hacen del lugar uno de los más enigmáticos y fascinantes de toda Europa. En este capítulo se hace un repaso histórico del enclave, se realiza un análisis iconográfico de la torre del homenaje del castillo de Ucero, ruinoso guardián a la entrada del Cañón, y se expone una hipótesis sobre la trascendencia simbólica que el emplazamiento pudo tener para los templarios.

Cap. XXXII: Conquistadores del Nuevo Mundo: forjados para la gloria, por Emilia Cobo. En este capítulo se ofrecen algunos datos poco conocidos sobre la vida de dos de los más grandes conquistadores españoles, los hidalgos extremeños Hernán Cortés y Francisco Pizarro. A las aventuras y hazañas de los dos principales conquistadores del Nuevo Mundo se han dedicado infinidad de estudios. En este artículo se repasarán etapas de sus vidas anteriores a las campañas que los encumbró a la gloria, etapas menos relevantes que sus conquistas imperiales pero en las que se forjó la personalidad del conquistador. Surgen así unos personajes de carne y hueso, valientes, ambiciosos, maquiavélicos, nobles, honestos... También se recordará el instante más crucial de la vida de toda persona, un instante que a todos llega y que a todos trata por igual, que no distingue a ricos de pobres, a olvidados de recordados, a traidores de traicionados: la muerte.

Cap. XXXIII: El mensaje secreto del Palacio Laredo, por Fernando Arroyo. Pese a la relevancia que para la ciudad de Alcalá de Henares y para el arte romántico en general tuvo Manuel José de Laredo y Ordoño, polifacético hombre que fue arquitecto, político y artista, apenas su figura y obra son conocidas, ni siquiera en la Cuna de Cervantes: la vieja Complutum de la que llegó a ser alcalde entre 1891 y 1893. Este artículo se ocupa precisamente de la vida y el legado artístico de un relevante personaje histórico que, debido seguramente a la discreción de la que siempre hizo gala y a su carácter hermético, ha pasado bastante desapercibido. Especialmente, el artículo se centra en su obra más emblemática y enigmática: el conocido como Palacete Laredo de Alcalá de Henares, un fascinante capricho neomudéjar que esconde un mensaje secreto...