TEMPLESPAÑA

INTERPRETACIÓN SIMBÓLICA DEL PRISMA TEMPLARIO DE AHEDO

Autor:
Fernando Arroyo Durán
Fotografías:
Luis A. Cebrián Alcaide

7 de mayo de 2017


La iglesia de San Miguel de Ahedo, en el municipio de Carranza de la comarca de Las Encartaciones, territorio más occidental de la provincia de Vizcaya del País Vasco, en el norte de España, es un templo documentado desde el siglo XV como monasterio, si bien puede apreciarse el origen románico de la construcción, como señala Luis A. Cebrián Alcaide en la Gran guía de la España templaria (2007) de Templespaña, «en el lienzo de muro y canes de la cornisa en el lado este del altar y sacristía, que aún permanecen».

En el siglo XVII, siendo ya iglesia parroquial, se llevaron a cabo unas obras de reforma que ocultaron dos caras de una estela de piedra en forma de prisma triangular con tres hornacinas esculpidas en cada una de las caras. La talla románica, del siglo XIII, se empotró en un muro lateral de la iglesia y la única cara vista quedó dando al exterior, representándose en la hornacina de esta cara una imagen de San Miguel Arcángel con cuernos que está muy erosionada debido a la ignara costumbre que había hasta no hace mucho tiempo de lanzarle piedras por los paisanos durante las celebraciones de Semana Santa, al haberse confundido a este San Miguel cornudo con el demonio...

En el año 2002, con motivo de unas obras de restauración en la iglesia, se descubrió que la losa del San Miguel cornudo era prismática y que tenía dos caras ocultas desde hacía siglos. En una de estas caras se representan dos figuras «hombro con hombro» que se han interpretado como de monjes guerreros, y en la otra cara la figura de un guerrero secular que se ha interpretado como la del hijo de Don Sancho Sánchez de Carranza, Señor de la Casa y Solar de Carranza. Estas asociaciones y el origen de la leyenda que vincula al monasterio de Ahedo con la Orden del Temple y al Prisma de Ahedo con una estela funeraria, se recoge por el pintor y escritor alavés de mediados del siglo XVI Francisco de Mendieta y Retes en sus Annales del Señorío de Vizcaya, obra que comprende los sucesos ocurridos en el señorío entre 1399 y 1456. Refiere Mendieta que dos caballeros templarios estaban sepultados en la capilla mayor del por entonces «monasterio de San Miguel de Haedo» y que un hijo del Señor de Carranza fue caballero templario, y que cuando la Orden del Temple fue disuelta se recogió en la casa de sus padres con otros dos compañeros de la misma Orden, llevando la vida monástica a la que estaban acostumbrados, de lo que habría nacido el error de considerar al monasterio de Ahedo como templario…


 


Imagen de San Miguel Arcángel con cuernos del Prisma de Ahedo. Hasta el año 2002, en que con motivo de unas obras de restauración en la iglesia se descubrió que formaba parte de una estela prismática con otras dos caras, estuvo colocada en un muro dando al exterior. Se encuentra muy erosionada debido a la costumbre que hubo de apadrearla durante las celebraciones de Semana Santa al haberla confundido con una representación del demonio.

La base histórica del relato de Mendieta es una concesión de los llamados frutos decimales eclesiásticos (derechos o privilegios otorgados por un señor feudal, sea laico o religioso) que referencia el presbítero, teólogo e historiador vizcaíno Estanislao Jaime de Labayru y Goicoechea (1845-1904) en su Historia general del Señorío de Bizcaya.

Actualmente, ocupando en la fachada de la iglesia el lugar de la figura original del San Miguel con cuernos, aparece una réplica elaborada por un cantero de Carranza. Mientras tanto, en el interior de la iglesia permanece el auténtico prisma, compartiendo púlpito a escasos metros del retablo del siglo XVII que preside la nave.


Réplica del San Miguel con cuernos del Prisma de Ahedo elaborada por un cantero de Carranza, colocada en el mismo lugar que ocupaba la figura original.

Prisma de Ahedo, actualmente ubicado en el interior de la iglesia. Foto: Jordi Alemany (El Correo).

Antes que nada, hay que apuntar que los cuernos, como la mayor parte de los símbolos tradicionales, poseen un significado ambivalente, por lo que dependiendo del contexto iconográfico simbolizan una cosa o la contraria. En la emblemática cristiana, el simbolismo del cuerno se asimila al del rayo (de hecho, en la Vulgata Latina el término hebreo correspondiente a «rayos» se traduce como «cuernos»), de ahí que profetas como Moisés, de cuyo rostro radiante salía un haz de luz al descender del Sinaí trayendo las Tablas de la Ley (Éx. 34:29:35), se represente a menudo en el arte cristiano con cuernos en el vértice de la cara. En el caso de la figura de San Miguel Arcángel del Prisma de Ahedo, sus cuernos se representan hacia abajo para evidenciar su asimilación al «cuerno de la Salvación» (Sal. 18:4) en contraposición al levantado «cuerno de la soberbia» (Sal. 75:6).


«Moisés con sus cuernos de luz» (1638), de José de Rivera, y «El Moisés» cornudo de Miguel Ángel, escultura de mármol del siglo XVI originariamente concebida para la tumba del Papa Julio II en la Basílica de San Pedro que, finalmente, tras la muerte del pontífice, se ubicó junto con la tumba de éste en la iglesia menor de San Pietro in Vincoli, en la zona del Esquilino, una de las siete colinas de la Antigua Roma.

Respecto del cuerpo geométrico del prisma triangular, simbólicamente se asimila al triángulo, que para los pitagóricos era el símbolo alquímico del fuego y del corazón, símbolos respectivos en la emblemática cristiana de las naturalezas divina y humana de Cristo, y que los masones medievales operativos o de oficio denominaron «delta luminoso» (por evocar la forma de la delta mayúscula griega), en cuyo centro está inscrito el nombre divino... Veremos, por consiguiente, cómo la elección de un cuerpo prismático de base triangular o de tres caras no es casual, sino que constituye en sí mismo un marco o soporte simbólico ternario del conjunto iconográfico representado.

Gracias al buen estado de conservación de las dos caras del Prisma de Ahedo que permanecieron ocultas durante cuatro siglos, observamos una serie de detalles en las figuras que arrojan luz sobre su simbolismo real, que parece descartar la prosaica interpretación que se ha venido haciendo en base a someras asociaciones. En primer lugar, si el hijo del Señor de Carranza profesó también en la Orden del Temple, ¿por qué no está representado junto a sus compañeros de armas y, lo que es más significativo, por qué no viste también él como un caballero templario?

Para empezar, el supuesto «hijo templario del Señor de Carranza» se representa con melena, cuando el artículo XXVIII de la Regla del Temple establece que los templarios debían tener bien rasurado el pelo, y de hecho iban rapados al estilo militar tal cual hoy lo conocemos. En segundo lugar, el supuesto «hijo templario del Señor de Carranza» no sólo no se representa como un caballero templario y ni siquiera como un caballero secular, sino como un soldado de infantería ligera, por demás sarraceno, seguramente perteneciente a alguna de las etnias autóctonas del norte de África del conjunto de los denominados bereberes, lo que se deduce por el tipo de pelo crespo o rizado y el marcado grosor de los labios (rasgos de influencia racial negoride). Evidencia su condición de soldado de infantería musulmán no sólo aspectos cuestionables o relativos como puedan ser los citados rasgos fisonómicos, sino otros detalles algo más indiciarios, a saber: primero, por la empuñadura y el ancho arranque de la hoja de la espada, bien pudiera tratarse de un alfanje o de una cimatarra (aunque también pudiera ser un bracamarte u otro tipo de espada, pues no se ve completa); segundo, viste una especie de Al-Shaya (túnica corta con una falda comparativamente ancha y mangas estrechas) o más seguramente un sayo a la moda borgoñona (con pliegues en la falda salvo en los laterales), prenda usada por los guerreros nazaríes debido a la influencia de castellanos y aragoneses en la indumentaria, pues no en vano los guerreros cristianos de la Hispania medieval compartirían muchos rasgos de su equipo con los andalusíes; tercero, calza unos borceguíes... No está claro si lleva un peto sobre el sayo, aunque así lo parece, y en cualquier caso su equipo ligero está adaptado a la ágil guerra de movimientos propia de las campañas o incursiones de saqueo, especialmente de las aceifas veraniegas…



Detalle de la imagen que erróneamente se ha venido atribuyendo a una representación del hijo templario del Señor de Carranza y que en realidad sería un soldado de infantería ligera musulmán. Viste un sayo a la moda borgoñona como el que se aprecia en el jinete nazarí representado en las pinturas de Gallipienzo, influencia de los reinos cristianos, y calza igualmente borceguíes.

Detalle de jinete nazarí en las pinturas murales de Gallipienzo (s.XV), con sayo a la moda borgoñona. Museo de Navarra, Pamplona.

Respecto de la cara del prisma en la que se han querido ver dos caballeros templarios, en realidad hay suficientes detalles o pistas simbológicas para concluir que no se trata exactamente de eso…

  1. La figura a la izquierda del observador cubre su cabeza con un capacete cónico con nasal y malla, apreciándose el detalle de los anillos de alambre en la malla lateral al no haberse pulido la piedra justo en esa parte o incluso haberse esculpido las rugosidades que se aprecian. Este tipo de casco era el que usaban los caballeros templarios desde sus orígenes. A partir del siglo XIII la Orden introdujo también el uso del casco cerrado tipo Sugarloaf.

  2. La figura a la derecha del observador, por el contrario, cubre su cabeza con una capucha de monje, evidenciándose en que los laterales son lisos, sin las rugosidades con las que se representa la malla en la otra figura, amén del marcado pliegue central en dicha capucha, zigzagueante sobre todo en la parte inferior para evidenciar que se trata de tela y no de un casco metálico liso (en el casco de la otra figura no hay pliegue alguno).

  3. Ambas figuras llevan el mismo tipo de túnicas.

  4. Es el «monje» el que empuña una espada en su mano derecha y sin embargo no lleva vaina colgada del cinto en su lado derecho, como correspondería a un diestro…

  5. En el «guerrero» se aprecia perfectamente una vaina de espada al cinto en su lado izquierdo, sin embargo no se le ve empuñando espada alguna, sino que está con los brazos extendidos…

  6. Ambos, guerrero y monje, están materialmente posicionados «hombro con hombro»...

  7. Por último, no es evidentemente producto de la perspectiva visual el hecho de que en esta hornacina se vean solo dos piernas y dos brazos, en lugar de cuatro miembros...


Estos siete detalles ponen de manifiesto que no estamos ante las imágenes de dos monjes guerreros diferentes, sino ante una representación simbólica, una alegoría del Caballero Templario, alegoría de su doble condición de monje y guerrero, en un sentido con ciertas analogías al del Sigillum Militum Xpisti (Sello de los Soldados de Cristo), el sello primitivo de la Orden del Temple que simboliza diferentes aspectos del caballero templario: la pobreza, el compañerismo y su dual condición monástico-militar. El elemento «unificador» o «fusionador» en el Sigillum es la montura y en el Prisma de Ahedo la postura «hombro con hombro», expresión de lo que se hace uniendo esfuerzos. Asimismo, el detalle en modo alguno atribuible a la perspectiva de que habiendo dos figuras solo se vean un total de dos brazos y dos piernas, incide en la idea alegórica de un solo caballero templario bajo sus dos aspectos o facetas; es decir, no mitad monje y mitad soldado, sino monje completo y soldado completo en una unidad indisociable.


Detalle de la alegoría del Caballero Templario, símbolo dual del monje-guerrero.

Un modelo de casco cónico con nasal y malla.

El artista del Prisma de Ahedo incide en esta idea de unidad o «simbiosis» de la doble condición del monje-guerrero, representando la figura del «monje» empuñando la espada (la que falta en la vaina del guerrero), mientras que a la figura del «guerrero» no se le ve empuñar espada alguna porque en realidad está adoptando la postura corporal de la plegaria u oración de petición o súplica, postura de la mujer orante que encontramos en las catacumbas paleocristianas de Santa Priscila en Roma, con los brazos abiertos, en forma de cáliz, o también con los brazos extendidos, postura que en la tradición orante cristiana indica al mismo tiempo adoración o veneración y receptividad. Es decir, la práctica del ascetismo religioso del «monje» y las artes militares del «guerrero» se intercambian porque, como decimos, no se está representando a dos personajes diferentes, sino a las dos inseparables facetas de un arquetipo medieval: el del Caballero Cristiano de vida consagrada.

Parte de ganar la batalla espiritual es «orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica.» (Efesios 6:18), de ahí que los caballeros templarios antes de entrar en combate, durante los preparativos de las batallas, llevaran sus peticiones a Dios como la Sagrada Escritura y la Tradición enseñan, y elevaran sus plegarias al glorioso príncipe de las milicias celestiales, el Arcángel San Miguel, especialmente venerado por los caballeros de las órdenes militares.


Orante del cubículo de la «Velatio», segunda mitad del siglo III, catacumbas de Priscila, Roma.


Diversas posturas corporales de oración de súplica con los brazos abiertos o extendidos.

Conclusión:

El Prisma de Ahedo es una pieza única y valiosísima, por cuanto representa un ejemplo genuino de simbolismo iconográfico templario que, debido a las excepcionales circunstancias del ocultamiento secular de dos de sus caras, ha llegado hasta nuestros días en un estado de conservación bastante bueno.

Bien puede tratarse de una estela funeraria como se cree, aunque todo apunta a que el hijo del Señor de Carranza que profesó como caballero templario y dos de sus conmilitones, tras la disolución de la Orden salvarían de su antiguo convento o fortaleza la pieza escultórica hoy conocida como Prisma de Ahedo, llevándola con ellos a su lugar de retiro monástico en el Señorío de Carranza.

La coincidencia de ser tres las figuras escultóricas que se representan, más la imagen de San Miguel, hizo que se asociaran dichas imágenes a los tres ex templarios enterrados en el antiguo monasterio de Ahedo, aunque, por todo lo señalado, no parece tener mucho sentido esta hipótesis.

El simbolismo representado en cualquier caso es muy propio del imaginario de una orden militar, que en el marco de un prisma triangular alude a la luz y las tinieblas del mundo, y a lo celeste («delta luminoso»)...

Tenemos al Caballero Templario, monje y guerrero a la vez, preparado para enfrentarse en mortal combate a un enemigo infiel, previa plegaria a San Miguel Arcángel, el más poderoso defensor celestial, símbolo de la lucha y la victoria sobre el mal, del que suplica recibir su salvífico poder simbolizado en el «cuerno de la Salvación» (Sal. 18:4). De ser una estela funeraria, el simbolismo no varía sustancialmente, salvo en el matiz de que la representación del infiel musulmán tendría una mayor connotación de alegoría de la Muerte, a la que en algún momento debe enfrentarse todo mortal.

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BIBLIOGRAFÍA:

Templespaña: Gran guía de la España templaria, Aguilar, Madrid, 2007.

Jean Chevalier & Alain Gheerbrant: Diccionario de los símbolos, Herder, Barcelona, 2003.

Carmen Bernis Madrazo: Indumentaria medieval española, Instituto Diego Velázquez-CSIC, Madrid, 1956.

Christopher Rothero: Medieval Military Dress, Blandford Press, Londres, 1984.

La Santa Biblia, Alfredo Ortells, Valencia, 1988.

 

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