II

El Temple
Una gran empresa de la Edad Media

 

 

Abordaremos el tema de la Orden del Temple desde un punto de vista diferente del que hemos leído y estudiado, pues no tocaremos nombres, fechas, hechos concretos, juicios, tesoros ni baphomets. No pensemos en los románticos caballeros de capa y espada que defendían la cristiandad ante los sarracenos como monjes-guerreros, que han llenado páginas de historia e historias y centrémonos en lo que representó y fue la Orden del Temple con la mirada puesta en las cosas más simples de la cotidianeidad.

 

Sabemos que 9 caballeros emprendieron una aventura y que en poquísimo tiempo llegaron a tener en sus filas a miles de hombres, dinero, posesiones y la mayor flota naval de la época. Crear y mantener una institución tan enorme desde Jerusalén hasta Finisterre, tenía forzosamente que contar con una infraestructura sólida y una organización extraordinaria. Las primeras donaciones al Temple se convirtieron esencialmente en encomiendas agrícolas para alimentar a las tropas de ultramar pero en muy poco tiempo ya ocupaban zonas tan lejanas entre sí que ineludiblemente tenían que desarrollar un sistema de jerarquías e intercambio de información muy sofisticado.

 

El hambre y la pobreza no suelen ser buenos compañeros de la honestidad y si en algo destacó la Edad Media fue en las diferencias abismales entre ricos y pobres. Los caballeros andantes en busca de fama y fortuna, que tan románticamente nos describen las novelas caballerescas, muchas veces eran meros nobles empobrecidos, salteadores de caminos a la caza de la primera oportunidad para hacerse con dinero. Otros, se ponían a las órdenes de un noble o rey teniendo como deber no tan solo defender con las armas sus posesiones sino informar de cuántos asuntos acontecieran el los alrededores y en la corte. Las intrigas, los tratados, los acuerdos, eran temas sumamente importantes ya que directa o indirectamente mediaba en ellos poder y  dinero.

 

La economía de una enorme empresa como era el Temple, no es tan fácil como llevar la contabilidad familiar en una libreta que ponga Debe-Haber-Saldo siendo nuestra preocupación el que “siempre debe haber saldo”. Conocer qué había en metálico en cada encomienda, cuáles eran sus gastos previstos y su previsión de gastos, qué gastos o entradas eran las habituales y cuáles podrían aparecer por imprevistos, no es tarea fácil cuando entre ellas habían distancias enormes, diferentes monedas, idiomas y acuerdos locales. Si extrapolamos la economía de las encomiendas a la financiación de grandes viajes, batallas, construcción de castillos y barcos, armas, caballos, vituallas y todo el cúmulo de gastos imprescindibles, la estructura financiera del Temple podría equipararse a la de  cualquier multinacional de grandes proporciones.

 

Forzosamente la estructuración de un plan financiero-contable tenía la máxima importancia ya que no es práctico adquirir un millar de sacos de harina en Extremadura y llevarlos hasta Jerusalén, cuando en Malta podían comprarla sin tantos gastos de transporte. Lo lógico es vender la harina extremeña en Extremadura y de alguna forma “enviar” el dinero a Malta para comprar allí la harina. Transportar dinero no era viable y de ahí que inventasen las letras de cambio, forma de llevar dinero sin llevarlo físicamente; avisar con antelación del “dinero” disponible y que se hicieran los tratos comerciales de compra y venta, sin dilaciones ni demoras pues los estómagos no esperan y las batallas tampoco.

 

Los Templarios, no tan solo tenían que crear y mantener su inmensa organización sino conocer de antemano los planes que tramaban nobles y reyes, pues la Orden del Temple sabemos estaba extendida por toda Europa y parte de Asia y África. Esto significa que en cada corte y castillo, era necesario tener a un espía, un simpatizante o mercenario quien tras conocer la información la transmitiese a alguien cercano y éste último se encargase de hacerla llegar al lugar y persona adecuada, por muchas millas que distara un punto de otro. La organización jerárquica es de todos conocida, con un Gran Maestre a la cabeza y Maestres en todos sus enclaves por lo que sería muy similar a la de una gran empresa de hoy en día, pero sin las facilidades de aviones, teléfono, fax o e-mail aunque la velocidad y seguridad en la transmisión de la información fuese igual de imprescindible.  Pero sigamos con la lógica que no deja nunca de la mano a quien con ella piensa.

 

¿Cómo llevar la información y las órdenes de un sitio a otro con seguridad?

 

Un caballero con armadura, era una fortaleza inexpugnable siempre y cuando no se cayera del caballo, puesto que una armadura pesa tanto que una vez en el suelo era presa fácil para cualquiera. El pergamino en que llevase escrito el mensaje se lo podían quitar de las manos antes de que se pusiese en pie. Podemos pensar que el mensaje fuese oral y no escrito y que el caballero podía aprendérselo de memoria. Para cumplir con estos requisitos necesitamos muchos hombres-correo de gran fortaleza física, valentía, memoria y una notable resistencia. Esos hombres con tan buenas cualidades para el campo de batalla, no podían quedarse sentados en una encomienda agrícola esperando el día en que fuesen necesarios sus servicios. Por lo tanto el sistema del caballero-correo, no es útil y si en algo se caracterizó la Edad Media fue en los tan sofisticados sistemas de tortura que ingeniaron. El umbral del dolor es algo físico que poco o nada tiene que ver con la valentía, el honor, los votos y juramentos, aunque condicionan psicológicamente el comportamiento del ser humano ante el dolor, solo lo hacen hasta cierto punto. El mecanismo del dolor, estudiado médicamente, es una de las defensas que tiene el organismo ante las agresiones externas. Nos avisa que una parte de nuestro cuerpo está en peligro y ante ello el cerebro reacciona inmediatamente intentando por todos los medios suprimir la fuente causante del dolor. El umbral del dolor no se conoce hasta que no se pone a prueba y confiar en un supuesto no es viable a la hora de asegurar la transmisión de un asunto importante.

 

De lo anteriormente dicho, podemos deducir que lo más inadecuado para la transmisión de información es un caballero joven, fuerte, valiente y con memoria. El mejor mensajero sería alguien que pasara desapercibido y que tuviese la libertad de andar y desandar caminos sin levantar sospechas de ningún tipo, con periódicos relevos en la ruta. Es la misma historia de la Orden del Temple la que nos facilita la respuesta. El motivo de su fundación fue la protección de los peregrinos a los lugares santos y de culto. ¿Qué mejor que un peregrino, para llevar y traer información por los caminos sin levantar sospecha alguna?  ¿Qué mejor lugar para traspasar su mensaje que una ermita o monasterio en su ruta de peregrinaje? Los caminos de los peregrinos son conocidos y hay muchos que cruzan el continente hasta Jerusalén.

 

Sabemos que a los peregrinos los asaltaban y les robaban sus escasas pertenencias y aunque en la Edad Media, pocos eran los que sabían leer y escribir, un pergamino aún ignorando su contenido, podía ser moneda de cambio.

 

Eliminemos nada que esté escrito y centrémonos en las tesis del historiador e ingeniero aeronáutico José Antonio Hurtado. Él ha demostrado sin lugar a dudas, que Colón utilizó las cartas de navegar templarias para llegar a América y que la Orden del Temple conocía las tierras americanas cuando aún el resto del mundo creía que la tierra era plana y que tras Finisterre se abría el abismo.

 

Con este dato tan crucial e importante, se revisó la bibliografía que pudiese existir al respecto siendo el libro de mayor utilidad “La Leyenda de los Dioses Blancos” de Pierre Honoré[1] en el que se hace una recopilación de muchas leyendas americanas sobre la llegada a sus tierras de hombres blancos, con barba y sabios que les enseñaron el cultivo de muchos cereales. La compenetración que llegó a existir entre estos “dioses blancos” y los nativos, la estancia entre ellos de estos hombres, nos indicó que allí llegaron a haber verdaderos asentamientos, por lo que esos “dioses blancos” no eran otra cosa que Templarios.

 

Nuestro siguiente paso, nos llevará directamente a las vírgenes negras y no es casualidad haber unido a los templarios con América ya que de ella sacaremos más conclusiones sobre las vírgenes negras.


 


[1] Ediciones Destino, Barcelona, 1965. Título original: “Ich fand den weissen gott”