INICIO PRESENTACIÓN HISTÓRICA PROGRAMA VISITAS GUIADAS CÓMO LLEGAR ENLACES


 

IV JORNADAS TEMPLARIAS Y MEDIEVALES DE TEMPLESPAÑA

 

«NAVARRA 2006»

 

 

Los días 10 y 11 de junio de 2006 se celebrarán en Navarra las IV Jornadas Templarias y Medievales de Templespaña.

 

En el programa, un amplio abanico de actividades culturales, de ocio y también de culto para quienes lo deseen: conferencias, visitas guiadas, presentación de libro, gastronomía y confraternización, Santa Misa en una iglesia templaria jacobea...

 

Con todo, lo más característico de estas jornadas que tendrán lugar en tierras navarras, y más concretamente en pleno Camino de Santiago, es la riqueza del arte románico y la profusión del simbolismo constructivo que se verá. Toda una experiencia inolvidable.

 

En la Navarra jacobea, en un tramo de la ruta de la Búsqueda por excelencia (reflejo terrenal de la Vía Láctea), la obra de Dios y la obra del Hombre se funden una armoniosa y sutil caricia a los sentidos.

 

 

PUENTE LA REINA, LA ENCRUCIJADA DEL CAMINO

 

Puente medieval (s.XI) de Puente la ReinaLas que serán IV Jornadas Templarias y Medievales de Templespaña tendrán por centro neurálgico la localidad jacobea de Puente la Reina/Gares, en el corazón del antiguo Reino de Navarra (hoy Comunidad Foral perteneciente al Reino de España).

 

«Cuatro son los itinerarios que conducen a Santiago y que en Puente la Reina, en tierras españolas, confluyen en uno solo», dice el Códice Calixtino (s.XII).

 

Protegida del frío septentrional por la sierra del Perdón, goza de un clima suave de tipo mediterráneo continental que favorece los cultivos de cereal, regadío y vid en terrenos regados por los ríos Arga y Robo. La riqueza de su patrimonio histórico viene determinada por su situación en pleno Camino de Santiago.

 

Fundada sobre el asentamiento de Gares, sucesor de los primeros poblamientos habidos en la zona entre el Neolítico y el Calcolítico (finales del cuarto y tercer milenio antes de Cristo), ni siquiera la romanización ha dejado testigos de importancia. No será hasta la construcción en el siglo XI de su hermoso y grácil puente sobre el río Arga (por caridad de una reina hacia los peregrinos, de ahí el nombre de la localidad: Puente la Reina), que la población se asentará definitivamente, gracias al fuero concedido en 1122 por Alfonso I el Batallador (1104-1134); dicho fuero fue ratificado veinte años después por García Ramírez IV el Restaurador (1134-1150), cuando recuerda «illam meam villam uetulam, quam dedi fratribus Militie Templi Salomonis» (aquella mi villa vieja que di a los fratres de la Milicia del Templo de Salomón).

 

 

Villa realenga, Puente la Reina gozó de privilegios e incluso fue sede, aguas arriba del puente, de uno de los palacios de Carlos III el Noble (1387-1425).

 

Desde la época medieval conserva su trazado regular, con la calle Mayor a modo de «rúa de Romeros» como eje que desemboca en el puente y con dos calles paralelas a sus lados, las tres rodeadas por muralla y veinte torreones (además de los tres del puente), con portales en cuatro de ellas, formando un rectángulo irregular de 453 metros de largo por 182 de ancho. Exteriormente llegó a haber un segundo cerco de tapias y un foso con cien pies de anchura y la profundidad de una pica. Actualmente se pueden observar algunos restos de las torres, con las modificaciones de los siglos posteriores.

 

A la entrada de Puente la Reina, en el antiguo barrio extramuros de Murugarren, se halla la iglesia templaria del Crucifijo (ss.XII-XIV) —originalmente, de Santa María de los Huertos—, centro de la encomienda de la Orden, y reconstruida a mediados del pasado siglo. Junto a ella un hospital jacobeo que hoy, tras pasar por manos de los hospitalarios, los cuales dejaron su portada actual, es el Colegio-Seminario de los Sacerdotes del Corazón de Jesús (PP. Reparadores), instalados en 1919, quienes gestionan el principal albergue de peregrinos del pueblo.

 

 

 

 

 

Lo más interesante es su portada meridional, con tres pares de columnas de fustes trabajados y capiteles fito y zoomórficos sosteniendo tres arquivoltas de arcos apuntados. En la arquivolta más exterior un repertorio de tallas representando figuras humanas, bestias, aves, ángeles, etc. En palabras del especialista en arte románico Jaime Cobreros: «El trabajo de toda la portada es una labra profunda, espesa y sensual». El pasadizo con bóveda de crucería que hay sobre la portada comunicaba con el hospital de los templarios.

 

Con todo, lo más interesante se halla en el interior: un impresionante Crucifijo gótico, de posible origen renano, clavado en un madero en forma de Y o, mejor dicho, en forma de Árbol de la Vida o de pata de oca (ψ). Varios estudios simbológicos se han hecho sobre este Crucifijo, de procedencia incierta, que hoy da nombre a la antigua iglesia templaria de Santa María de los Huertos.

 

 

EUNATE Y LA «PORTADA ESPEJO» DE OLCOZ

 

Entre los lugares a los que se hará visita guiada están las enigmáticas iglesias templarias de Santa María de Eunate y San Miguel de Olcoz (en este caso sólo quedaría de factura templaria su portada «espejo» de la de Eunate).

 

En el término de Muruzábal, en la soledad del valle de Valdizarbe, se alza uno de los templos más fascinantes de Europa: la iglesia templaria de Santa María de Eunate.

 

Un halo de misterio rodea el enclave. Contemplar a cierta distancia la abrumadora y desconcertante belleza de su morfología exterior e imaginar la incógnita que encierran las paredes de este templo octogonal produce sensaciones extrañas.

 

Sin embargo, nada es comparable a atravesar la sorprendente arquería o claustro exento que rodea a la iglesia, salvo el impacto visual y emocional que se recibe al acceder a su interior y contemplar el irregular polígono que conforman sus paredes y bóveda de nervaduras. El visitante o peregrino percibe, con el alma sobrecogida, que se halla en un templo de especialísima sacralidad. Atravesar el umbral de la «buena puerta» (on ate, «buena puerta» en euskera) «bien nacida» (eu nate, «bien nacida» en latín) del templo de las «cien puertas» (ehun ate, «cien puertas» en euskera), es atravesar la sutil frontera que separa nuestro mundo de la morada celestial. Eunate es, más que una puerta a otra dimensión, una puerta a la teofanía del Espíritu, que se manifiesta divinamente en el ánima de vivos y muertos. Y es que Eunate es también capilla funeraria: osario de restos corporales y deambulatorio de espíritus en su tránsito al Más Allá, con linterna (octogonal) de los muertos para «proyectarlos» al Cielo...

 

 

Lo más significativo es precisamente su planta octogonal, directamente relacionada con la mezquita de la Cúpula de la Roca, Casa Madre del Temple en Jerusalén. Por ello, este tipo de planta encierra un simbolismo muy utilizado en construcciones templarias, aquellas de carácter más iniciático (ideales para la celebración del sacramental caballeresco, esto es la ceremonia de iniciación e investidura de los caballeros).

 

Además, otra clave que nos encontramos en Eunate son la multitud de marcas de cantero grabadas en la piedra y repartidas por toda la iglesia, como la del abacus (bastón de mango espiral, utilizado por el magíster de los compañeros constructores y por el maestre de los caballeros templarios), la cruz patada de los nervios cuadrangulares de su bóveda, la influencia musulmana (tawaf: desplazamiento circular en torno a la Kaaba y a la Roca de la mezquita hierosolimitana), los extraños capiteles (cuya historia seriada es imposible ya leer por la ausencia de gran parte de ellos)...

 

El lugar sirvió también de hospital de peregrinos jacobeos (el antiguo edificio, reformado, aún subsiste junto al templo).

 

Hoy Santa María de Eunate sigue cumpliendo su función de sanación de cuerpos y, sobre todo, de espíritus.

 

Pero las sorpresas no terminan en Eunate. A escasos kilómetros, en la localidad de Olcoz, la iglesia parroquial de San Miguel presenta una portada que es réplica exacta, pero invertida, de la portada de Santa María de Eunate. Es por ello que se la conoce como «portada espejo».

 

Sobre este insólito misterio se han propuesto muchas teorías, siendo la más aceptada, dado que la iglesia de San Miguel y su portada son de épocas distintas (el templo con su torre cuadrada es del siglo XVII y la portada es contemporánea de Eunate, esto es románica), la que señala que dicha portada procedía de una dependencia ya desaparecida del complejo de Eunate; por razones (y manos) que se desconocen fue trasladada a la iglesia de Olcoz.

 

El hecho de que todas las figuras de la portada de Eunate estén repetidas en la de San Miguel de Olcoz (las originales), pero siempre en orden contrario, ha llevado a plantear la tesis indicada como la más plausible.

 

En cualquier caso, el enigma histórico y simbológico está servido.

 

EL SANTO SEPULCRO DE TORRES DEL RÍO, LA PERFECCIÓN DEL OCTÓGONO

 

La iglesia templaria del Santo Sepulcro se halla ubicada en el corazón de Torres del Río, pequeño pueblo del Camino de Santiago. Comparte tipo de planta octogonal con su vecina de Eunate, aunque la del Santo Sepulcro conforma un octógono regular rayano en la perfección. El alzado se da en tres cuerpos, los cuales van complicando su ornamentación a medida que crecen en altura. Además, posee un ábside semicircular en el lado oriental y una torre husillo en el occidental. En su interior está cubierta por una espectacular bóveda de nervios, que si bien en el califato de Córdoba era un recurso muy utilizado, aquí se considera excepcional.

 

La torre-linterna, según algunos historiadores desfasados, podía ser un faro para iluminar a los peregrinos en su caminar hacia Compostela. Esta hipótesis hoy está casi totalmente descartada, ya que ni el supuesto faro señala hacia Santiago, ni su posición sería lógica, porque está situada en un valle, teniendo colinas cercanas, como la de Sansol.

 

Hay un halo de misterio rodeando la iglesia del Santo Sepulcro en torno a su relación a la Orden del Temple. No tenemos ningún documento que afirme dicha correlación, pero sí tenemos algunos indicios que nos pueden revelar la correspondencia. El más importante es su planta octogonal. Es bien conocida la relación del Temple con el simbolismo numerológico, y en especial con el número 8. En Torres del Río se acusa aún más, debido a que el ábside y la torre husillo recuerdan, vistas en planta y haciendo conjunto con la iglesia, la imagen de un 8.

 

Otro punto destacable son dos capiteles interiores que se sitúan a ambos lados del ábside. En el de la izquierda vemos representado el descendimiento de Cristo. En el capitel de la derecha podemos observar unas mujeres que se encaminan al Santo Sepulcro, del que asoman los lienzos de la mortaja. Unas espirales dan forma al sepulcro y sirven de soporte a un edificio tipo zigurat que bien pudiera evocar a la Jerusalén Celeste.

 

Para finalizar, podemos señalar que, debido a su pequeño tamaño no podemos imaginar entre sus paredes grandes congregaciones de fieles, sino, más bien, grupos reducidos, unos pocos elegidos, al modo de las íntimas ceremonias de iniciación de catecúmenos que se celebraban en criptas subterráneas en los albores del cristianismo o, ya en el medievo, en edículos también poligonales como los de la iglesia templaria de la Vera Cruz de Segovia...

 

OTROS ENCLAVES NAVARROS: EL SIMBOLISMO METAFÍSICO DE LO CREADO DE LO INCREADO

 

Otros enclaves navarros que se visitarán con motivo de las IV Jornadas de Templespaña serán la encomienda templaria de Aberin, la muy jacobea localidad de Estella/Lizarra con sus iglesias de tradición templaria (San Miguel y Santa María de Rocamador), y el monasterio benedictino de Irache con su espectacular iglesia de Santa María la Real, en Ayegui.

 

El rey Sancho el Sabio de Navarra comenzó a reinar a la temprana edad de quince años, con gran prudencia y justicia. Además de ser hombre piadoso, estaba muy interesado en la construcción de obras arquitectónicas y en la fundación de monasterios. Este rey concedió varios terrenos a los templarios, entre los que encontramos en 1171 la villa de Aberin, donde los freires tuvieron una importante encomienda. Por ello, este pequeño enclave del norte español posee un estrecho vínculo con la Orden del Temple, a pesar de que hacia 1312 pasó a ser propiedad de la Orden de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén.

 

Aberin conserva una joya arquitectónica que data del último cuarto del siglo XII, de estilo tardorrománico, que es la iglesia templaria de San Juan Bautista.

 

Su planta se compone de una única nave de cuatro tramos, separadas  por columnas adosadas con capiteles de profusa decoración, que se basa en temas tomados de la naturaleza, de policromía oscura y de talla un tanto tosca, lo que le añade misticismo al lugar. Todo ello soporta una cubierta con arcos de medio cañón apuntado. A destacar también la torre prismática de planta rectangular situada a los pies del templo.

 

Posee un ábside semicircular con tres ventanas abocinadas de arco de medio punto doble, que se apoyan sobre columnas con capiteles tallados con temas vegetales e historiados, cuyos motivos suelen repetirse en el imago mundi templario con gran frecuencia.

 

Al exterior encontramos muros de sillería reforzados por potentes contrafuertes, que marcan las naves y señalan el ábside. Son muy relevantes los capiteles de la portada (abocinada con cinco arquivoltas), decorados con sirenas y leones, jinetes y arpías. Este simbolismo evoca a los caballeros templarios, pues tal como nos recuerda una exhortación a ellos dirigida por el canónigo Hugo de San Víctor, el diablo: «Viene como león para destrozaros; viene como dragón [sirena o cualquier otra figura alusiva a lo engañoso] para engañaros. No os fiéis de él. Sospechad de todo lo que os sugiera el enemigo, incluso si la sugestión parece buena». De ahí que los otros elementos iconográficos, los jinetes y arpías, aludan precisamente a la lucha que enfrenta a los monjes-caballeros de Cristo contra el mal encarnado en los infieles y, también, en los espíritus impuros que pueblan los aires e incitan al pecado.

 

Ya en Estella/Lizarra, villa «fértil en buen pan y excelentísimo vino, así como en carne y pescado, y abastecida de todo tipo de bienes» (Códice Calixtino), dos iglesias asociadas al Temple de las varias románicas que existen en esta localidad que rezuma tradición jacobea por todas partes. Y es que, como señala Jaime Cobreros, Estella es una ciudad nacida por el Camino y para la Peregrinación.

 

La concesión del rey Sancho Ramírez del Fuero de Jaca (1090) a los repobladores de la villa de Lizarra, atrajo a muchos francos que enseguida formaron los distintos burgos a un lado y otro del río Ega.

 

En la Edad Media Estella tuvo una importante judería, y aquí, como en muchos otros emplazamientos de la Ruta Jacobea, se establecieron los templarios como guardianes, fomentando el culto y las peregrinaciones tanto a Santiago como a diversos templos, ermitas y santuarios que iban intercalando en las rutas principales del Camino, mantenido así el control y consiguiendo una rápida expansión. Los soldados de Cristo construyen sus propios lugares santos y ensalzan la devoción a Nuestra Señora, utilizando como imago la Virgen Negra, en un afán por «transmutar» las antiguas creencias paganas en la Magna Mater al nuevo culto del Sol Invictus: el Cristianismo. El viejo arquetipo de la diosa o Gran Madre pasa así a encarnarse en la excelsa figura de María Virgen, la Theotokos.

 

Esta estrategia en la faceta misional de la Orden, llevada a cabo en ese Camino de búsqueda y penitencia que es también Camino de catecumenado e iniciación, observa con inusitado rigor y eficacia el mandato de Cristo a sus Apóstoles: «Sean, pues, astutos como serpientes y sencillos como palomas» (Mt. 10, 16); como es de suponer, algo tan simple no se ha sabido comprender ni «ver» por parte de los «peregrinos» del rebuscamiento: ocultistas y sincretistas con más imaginación que conocimientos hermenéuticos, empeñados en ver a Isis, Osiris, Gaia, Kundalani y chakras por doquier.

 

La iglesia de San Miguel Arcángel fue construida hacia finales del siglo XII y principios del XIII. Su estratégica ubicación en el barrio del mismo nombre, sobre la cima de un escarpe rocoso conocido como La Mota,  que la hace ser un enclave de gran carácter defensivo, unido a otros aspectos, señalan a su posible origen templario.

 

Un detalle que abunda en la atribución templaria es el Pantocrátor que preside el tímpano de la portada septentrional. En este caso Cristo sostiene con su mano izquierda un crismón en lugar del libro habitual. Por otro lado hay que reparar en la inscripción latina que puede leerse en la mandorla que circunscribe el Pantocrátor: «NEC DEUS NEC HOMO PRESENT QUAM CERNIS IMAGO, SED DEUS EST ET HOMO QUEM SACRA FIGURAT IMAGO» (Ni es Dios ni es hombre la imagen que contemplas pero es Dios y es hombre aquel a quien esta sagrada imagen representa), sentencia contra la idolatría. El tetramorfos que rodea a Cristo exhibe sus correspondientes libros, estando acompañado de un hombre y de una mujer en los extremos, seguramente Juan y María Magdalena.

 

 

Interminable sería describir toda la iconología de la iglesia de San Miguel, en la que aparece un abigarrado muestrario de figuras (ángeles, turiferarios, patriarcas, profetas, ancianos apocalípticos, escenas neotestamentarias y hagiográficas, hermosas tallas que narran la Vida de Jesús y, por supuesto, el muy recurrido por el Temple ciclo del Arcángel San Miguel: venciendo el dragón y disputando con el diablo las almas que son pesadas.

 

Otros registros iconográficos a destacar son también una serie de tallas en el pórtico que cobija a la portada septentrional, donde se halla la representación de San Miguel: la Resurrección (el sepulcro vacío con dos ángeles sentados en él y con las tres Marías que acuden a verlo), ocho Apóstoles con aire hierático (significativamente ocho)...

 

Una iglesia de Estella de inequívoca influencia templaria es la iglesia de Nuestra Señora de Rocamador, de estilo románico y reconstruida en los siglos XVII y XX debido a su mal estado. Situada extramuros en la salida hacia Logroño, conserva su cabecera semicircular original, con canecillos de un simbolismo muy significativo.

 

Utilizada como hospital de peregrinos, posee en su interior una imagen medieval de tradición franca. De hecho fueron monjes franceses los que trajeron la imagen de la Virgen de Rocamador para devoción de los peregrinos de Santiago, que seguro la instalaron aquí en memoria a la imagen que se veneraba, de entre las más importantes de las francesas del Camino, al otro lado de los Pirineos (Notre Dame de Rocamadour).

 

 

Cerca de este templo parte el camino que de antiguo condujo a la encomienda templaria de Aberin.

 

En este caso, partiremos desde Estella hacia Logroño, deteniándonos en el municipio de Ayegui.

 

A 200 metros de la localidad se encuentra el monasterio benedictino de Irache, con su magnífica iglesia románica de Santa María la Real.

 

Ya en el siglo X existía a los pies de Montejurra una comunidad de monjes benedictinos. La prosperidad del cenobio, debido sobre todo a su situación en el camino entre Navarra y La Rioja y la peregrinación posterior, motivó la construcción de una nueva iglesia en el siglo XII. En el siglo XIII el monasterio entra en una fase de decadencia de la que sale en el siglo XVI. Más tarde se construye el claustro renacentista y un colegio que luego pasaría a ser universidad. La desamortización de Mendizábal (1837) exclaustra a los benedictinos, siendo sustituidos por los PP. Escolapios a finales del siglo XIX. Tras abandonar estos el monasterio, la Diputación Foral de Navarra emprende su restauración.

 

De entre los elementos más interesantes de la iglesia, que tiene una planta de tres naves con tres tramos cada una y una cabecera triabsidial con presbiterio en el centro, tenemos en el interior cuatro grandes figuras que representan a los cuatro evangelistas con sus cabezas sustituidas por sus respectivos símbolos. Destacan los capiteles del arco triunfal que representan un combate entre caballeros y la Epifanía.

 

En el exterior, llama la atención el cimborrio octogonal sobre el crucero; dos frisos continuos en los que se representan escenas de caza y de lucha, la historia de San Martín, etc., destacando el llamado capitel de los centauros; cuatro arquivoltas sobre capiteles en la portada occidental representando laberintos y entrelazados, uno de ellos con un Agnus Dei en el centro. En la clave de uno de los arcos se muestra un perfecto crismón aislado y bajo él, como sosteniéndolo, la mano de Dios con los dedos en actitud de bendecir.

 

Jaime Cobreros, en su Guía del románico en España (Anaya, Madrid, 2005), refiere sobre este maravilloso crismón:

 

«La prominencia y el aislamiento de esta talla hablan de la importancia concedida a la misma por los compañeros constructores que la labraron.

»(...)

»En medio del románico maduro de Irache la pequeña talla del crismón con la mano de Dios llama poderosamente la atención, no sólo por la perfección y limpieza de su labra, sino sobre todo por la profundidad metafísica de su mensaje simbólico. Nunca la dependencia de lo creado de lo Increado, de la materia de la Energía ha sido expresada más clara, sencilla y bellamente que en Irache. Es la ecuación mayor de la metafísica, que relaciona de modo inexorable lo manifestado con el Principio increado. Es Dios quien sostiene al mundo, de modo que, si dejara de hacerlo sólo por un instante, éste desaparecería de inmediato. Es la Creación continua, la materia sostenida por el Espíritu (algunos físicos cuánticos no estarían en desacuerdo con ello). Pero si el crismón es el símbolo de lo manifestado, del mundo, desde el de Irache se dice concretamente que tras la muerte de todo lo tangible hay una resurrección esperanzadora a un nuevo mundo de los vivos (número 8).

»Y el camino para conseguirlo es Cristo (la perspectiva cristológica es preferente en los crismones: «Yo soy el alfa y la omega»), Señor del espacio y del tiempo (círculo, perlas, etc.)».

 

 

Para consultar el Programa de las IV Jornadas Templarias y Medievales de Templespaña «Navarra 2006», así como para obtener más información o realizar una preinscripción, visite:

 

http://www.templespana.org/delegaciones/navarra/jornadas.htm